Capitulo №39

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Otra vez enferma, creo que la lluvia y los disgustos me dieron feo. Aún recuerdo la peste que tuve cuando estaba embarazada, recordar todos esos momentos me hacen mal, pero hay algo que añoro de ese tiempo, algo que me trae buenos recuerdos, aunque no sé qué es.

Limpio la última mesa de la cafetería y me detengo a sorber la nariz. La tengo roja y duele mucho, casi y soy Rodolfo el reno. El día fue agotador y me parece que tengo fiebre, pero aún así no podía faltar, suficiente con el día de ayer. Hoy, cuando desperté me parecía todo mucho más surealista, casi como si no lo creyera.

Papá, Tobías y mamá no han dejado de escribirme y llamarme, pero no quise hablarles, simplemente les exigí que no me busquen ni molesten en la casa de Ethan. Es mi santuario y no quisiera que lo perturbaran. Todos pueden esperar por lo menos a que se me pase la rabieta, después de todo tuvieron toda la vida para hablarme y ahora en menos de cuarenta y ocho horas quieren arreglar el hoyo negro que tengo por vida. Pero aún así soy consciente de que por lo menos debo hablar con papá, aún está aquí y debe regresar a la Costa.

Me siento perdida, así como un ave que pierde su rumbo, y es bastante interesante, puesto que siempre he sido bastante distante de mi familia. Ethan intenta atajarme los golpes, lo veo anticipar cada uno de mis movimientos y adelantarse a los hechos, y me encanta. Es más que una pareja, es alguien que comprende, alguien a quien le importas más que todo, que está dispuesto a todo por ti, y de darme cuenta así, en esta situación tan rebuscada, me siento en falta con él.

Hemos pasado por mucho, él ha sido duro, pero yo he sido injusta con él. En cada momento que pasamos juntos intento remediarlo, intento darle lo mejor de mí aunque ni siquiera me sienta bien conmigo misma. Las ganas de arreglar la relación por ambas partes es notoria, hace que todo fluya rápido, sin vueltas, lindo, fresco, y hace que me enamore cada segundo más de él.
Es casi como si se me escapara del pecho, es darme cuenta que no sirvo sin él, que él es lo mejor de mí. Y soy muy afortunada de ocupar el lugar que está a su lado.

—¿Cómo te fue? —consulta preocupado mientras me abre la puerta del auto. Beso su mejilla por miedo a contagiarlo de mi peste.

—Bien —contesto amable e ingreso. Me recuesto en el asiento y abrazo mi bolso, hay calefacción pero siento frío.

—Vamos a pasar por el doctor —avisa Et.

—Vamos a la casa —ruego—, quiero bañarme y meterme a la cama, mañana debo volver y tengo que recuperarme.

—Mañana no vendrás un carajo —espeta—, no porque sea el primer día debes andar así, mira la cara de enferma que tienes...

—Gracias —respondo irónica.

—Estás enferma.

—Te digo que estoy bien.

Et no responde y se limita a guardar silencio, que en realidad es una negación, no acepta lo que le digo, de lo contrario diría "está bien". Sé que tiene razón, estoy muy enferma y no hay que ser doctor para darse cuenta, pero aunque me siento mal y podría dormir por una semana, no quiero faltar, no quiero perder otro trabajo y seguir dando tumbos por el mundo. Este simple empleo es como una pequeña meta, es algo que quiero conservar y que no se me joda. Todo a mi alrededor tarde o temprano se desmorona y no quiero sumar otra cosa a la lista.

Ethan hizo una parada en la rotiseria y compró mini-tartas de jamón y queso para llevar. Dijo que había mucho para cocinar, pero como no quería que yo trabajé y él no sabría si le iba a salir bien, se decidió por eso. A pesar de sentirme de la mierda, no entro en mi cuerpo de felicidad, hace que por unos pocos minutos me olvide de mi enfermedad y me maraville con lo que estamos logrando.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora