Capítulo №19

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Me siento de dos maneras muy distintas y por ende, muy contradictorias una con la otra. La primera es la culpa, siento culpa con mi propia consciencia, le estoy fallando. La segunda, y la más fuerte, es de adrenalina, nervios y mariposas, lindas sensaciones que hace bastante no sentía, se siente como magia. Es todo demasiado perfecto y mágico, tanto que a mí propia consciencia le sorprende y termina por ponerme en alerta.

Al llegar a la casa de Ethan, lo primero que hicimos fue limpiarle la mano, me llevé un poco de decepción al notar que la sangre no era de las heridas, tampoco era suya. Ethan no se ha lastimado, ni siquiera se ha cortado los nudillos, sólo se le inflamó la mano por la terrible golpiza que le dio al tipo. Me sentí un poco frustrada y engañada, después de todo si podía conducir y me mintió para que venga con él, pero al menos lo ayudó a relajarse. Estaba muy nervioso. Yo aún sigo vestida como en el club, solamente tengo una sudadera por encima y me siento asquerosa. El champagne que me aventaron se secó y estoy toda pegoteada.

—Toma una ducha —pide Et señalando el baño principal—. Yo usaré el mío.

—De acuerdo. —Tomo mi ropa y me dirijo al baño.

Voy a usar la bañera, Ethan dijo que nadie la ha usado y la estrenaré. Él, en su baño no tiene bañera, la hizo quitar, dejó ésta porque en su inconsciente sabía que amo las bañeras. No sé si creerle esa amabilidad o pensar que la dejó porque sí. De todos modos me gusta que pueda convivir con una bañera. Es un gran avance.
No sé si es mi idea, pero el lugar se siente tan relajante y lleno de buena energía. Et ha decorado todo en tonos blancos y crudos. Lleno de velas y esencias, tal y como tenía en mi apartamento. Es como si lo hubiese hecho a gusto personal mío. Su baño es completamente diferente y masculino.

Me tomé el atrevimiento de relajarme y disfrutar de las burbujas. Eché esencias de vainilla en el agua y se hace esa espuma espesa y deliciosa. En casa no tengo estos jabones tan buenos, y si los compro Tobías se los gasta todos. Lavo mi cabello con shampoo tratando de quitar todo el líquido y le agrego una suave crema de aroma a coco.
El silencio del lugar es mágico. También el aroma, se siente a penas el olor a humo del hogar a leña, y de los árboles, su aroma y el sonido de las hojas. Quisiera vivir aquí, sería perfecto. Y aquí se hace presente mi consciencia, me recuerda y avisa que no voy por buen camino haciéndome ilusiones dónde no debo.

Y me invade la decepción.

Cuando se arrugan mis dedos decido salir. Enrosco mi cabello en una gran toalla blanca y seco mi cuerpo. Me coloco la ropa interior y la bata de toalla para poder esperar a que se vaya la humedad. Detesto vestirme ni bien me baño, siento que la ropa se me pega al cuerpo y es asqueroso.

Camino descalza por el pasillo que da a la sala y doy pequeños saltitos por lo frío del suelo. Nada más llegar percibo el aroma a café y algo más. Si hay algo que nunca pasa desapercibido para mí, es el olor a comida. Pueden ser kilómetros y mi nariz glotona lo capta.

Al dar la vuelta y toparme con la cocina, veo a Et preparando algo de espaldas a mí. No lleva camiseta y hago punta de pie para saber qué tiene puesto debajo, pero frunzo mis labios al notar el pantalón de pijama. Tomo asiento en el taburete haciendo ruido y anunciándome, y lo observo. ¿Por qué Dios lo hizo tan apuesto? Esa espalda, esa forma de su nuca, su cabello perfectamente despeinado y, Dios, ese trasero.

—¿Quieres beber algo caliente? —consulta de repente, y aunque esté de espaldas noto su particular tono de voz.

—¿Algo cómo?

—Un café, un té, un chocolate, leche caliente... —sugiere.

Sus dobles intenciones.

—Un chocolate por favor.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora