Capítulo №17

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Respiro hondo y expulso el vapor viendo como el frío lo cristaliza al instante. Mis piernas están cansadas y a punto de acalambrarse, se siente el calor del músculo, pero sigo, aumento la velocidad y pasa. Mis brazos se mueven en sincronía, pero no puedo evitar sujetarme las costillas sintiendo ardor. Dicen que es normal.

Corro por un camino pavimentado y poco transitado por autos, la mayoría pasa en bicicleta. A los costados hay grandes y viejos árboles que llegan a tocarse en lo alto haciendo de éste, un túnel natural. El viento sopla frío y mece las copas, agita los arbustos y mantiene a los caballos en movimiento. Es una parte de campo plano, con animales que los vecinos se dan el lujo de tener.
Con el paso de los días he notado que de todos los residentes de aquí, el más pobre soy yo. Aún no he hablado con nadie, pero una visita a la panadería del pueblo alcanzó para que averigüen toda mi vida en cuestión de segundos. Es un pueblo chico y aquí todo se sabe. A medida que voy avanzando en el camino, paso a algunas personas que al igual que yo, corren. Se siente muy bien vivir aquí, nadie me molesta. Y por primera vez, me agrada hacer deporte al aire libre.

—¡Hola! —saluda una chica a la que voy pasando.

—Hola —correspondo y me giro a verla.

La he visto antes. Pasa corriendo por la calle de mi casa todas las mañanas. Un día cuando me acerqué a buscar algo en el cartero, la vi de cerca. Sus ojos color turquesa no pasan desapercibidos.

—¿Cómo estás? —pregunta con curiosidad. Se la ve desenvuelta, sociable.

—Muy bien ¿y tú?

Por más que bajar la velocidad justo ahora me trae problemas respiratorios y comienza la fatiga, mantengo su ritmo.

—Siempre bien —contesta risueña y sonríe. No debe tener más de veinte años.

—Optimista —comento y sonrío viendo al frente. Manteniendo el ritmo y apaciguado la fatiga. Estoy fuera de forma.

—Sí, soy optimista —responde con un tono aniñado.

—No era una pregunta —replico y al girar a verla, veo la duda en su rostro.

Ingenuidad.

—¿Ah no? —responde a modo de pregunta, aún con miedo.

—Sólo bromeo —explico y río.

Su rostro se ruboriza y también sonríe. Para no incomodarla más, desvío mi mirada al frente y continúo. Ella sigue mi paso pero unos centímetros más atrás, estoy más que seguro que para mirarme y que no lo note. Se la nota cansada, casi como si también estuviese fatigada.

—Eres el arquitecto ¿verdad?

—Así es.

—¿Trabajas por aquí?

—No, en la Capital.

—Ah muy bien.

—¿A qué te dedicas tú? —consulto siguiendo la conversación y me sorprendo. No soy de hacer preguntas y menos me agrada que me las hagan.

—Trabajo en la confitería del pueblo. Quiero estudiar el año que viene.

—¿Qué quieres estudiar? —replico interesado.

—Paisajismo. Me encanta la naturaleza.

—Qué genial —contesto—, yo contraté a uno hace unos días, estoy haciendo una laguna en mi casa.

—¡¿En serio?! —pregunta realmente sorprendida y asiento en respuesta—. Yo he hecho una en casa, ¡las amo!

—Es que mi jardín no tenía forma y le pedí a alguien que lo arreglara, se decidió hacer eso...

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora