Capítulo №1

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Nunca me había detenido a observar el amanecer, cuando fijas tu mirada en el cielo, en las miles de formas y colores, sabes que una cámara no los captará, sólo quedarán en tu memoria, y nadie te creerá cuando cuentes lo hermoso que se ve. Por eso siempre hay que verlo acompañado, amanecer solo es de locos. Y se puede decir que también es una perdida de tiempo, pero en los últimos días, esa fue la única imagen agradable que mis ojos tuvieron al alcance.

El día lo uso para dormir y la noche para castigarme sin interrupciones. Evito visitas, explicaciones y dolores de huevos. Y cómo no me dejaban salir de la habitación por la casi filtración que tengo en un pulmón —a causa de una costilla que se movió en la caída—: prefiero dormir. Ya no me duele, a decir verdad ni le presto atención al dolor físico, noto la mejoría cuando me pongo de pie y voy a la ventana o al baño. Supuestamente debo estar en movimiento, respirar profundo, toser y demás actividades para que mi caja torácica sane a la perfección y así poder evitar una infección que podría acabar con mi vida. Así lo han dicho. A los doctores les parecía raro mi comportamiento, pensaban que tendría algo más grave que no habían descubierto, tal vez la infección, pero Bill dice que he caído nuevamente en un estado depresivo y es por eso que no hablo o actúo con normalidad.

Yo digo que no, no es un pozo depresivo, simplemente es la reacción de cualquier ser humano que se quiere morir, no hay necesidad de buscarle cuadros psicológicos, es la realidad. La culpa me carcome, y mi estado físico me vale una mierda. Parezco una momia aquí dentro, y ya deberían haberme dado el alta.

No sé cuántos soles han pasado desde que a Julieta le han dado el alta y se fue a casa a recuperarse tanto física como emocionalmente, obviamente no ha venido a verme y lo entiendo, debe tener un sin fin de pensamientos dolorosos, y debe sufrir tanto que no puede pensar en el resto. La última vez que me miró, en sus ojos estaba todo claro. No sé por qué sentirme mal, ni cómo afrontarlo, me encuentro en la disyuntiva de tomar decisiones, y pronto saldré de aquí y tendré que enfrentar todas las cagadas que he hecho.

Ahora que el tiempo me sobra para repasar todos los sucesos, no logro encontrarle explicación a mi comportamiento, también contemplo los "y si...", sí, si no hubiese reaccionado así y sacado a la castaña de mi casa, nada habría pasado, el bebé estaría en camino, Julieta seguiría viéndome de esa forma tan especial en la que siempre lo hizo, y yo, yo no sentiría estas ganas de aventarme desde la ventana y caer al vacío para apagar el dolor que Siento.

¿Qué podría haber hecho? Sé que mi reacción tendría que haber sido de felicidad, de aceptación y responsabilidad, pero ¿cómo controlarlo? ¿Cómo cambiar esa puta forma de ser? ¿Cómo dejar de ser un cobarde reprimido? ¿Qué tengo que hacer? ¿Dónde está la salida?

—Por fin te veo despierto —Saluda Sharon al abrir la puerta, y por más que quiera hacerme el dormido ya me vio.

Se acerca con su natural delicadeza sin ningún tipo de rencor por lo obvio. Ella es la única que sabe todo. Sé que algunos como Phil, o Jesse, y más que seguro que las chicas, sepan con anticipación que Julieta estaba embarazada y a punto de decírmelo. Otros como Tobías, sospechan que algo anda mal, y es tan evidente ya que Julieta ni se ha aparecido por aquí. No sé lo que ella debe pretender, pero desde el momento en que nadie ha venido a insultarme y querer golpearme, asumo que no ha dicho nada y deben estar acosándola para que cuente algo. Aunque conmigo pierden, podría pasar por sordo mudo sin problemas. También agradezco que mi padre solamente haya hecho acto de presencia y no haya llegado con sus frases de persona autocontrolada, correcta y derecha que no pasa por estas cosas. También que no haya tenido que hablar de la pérdida, siento que es un tema demasiado fuerte para tocarlo con él, aunque con cualquiera es igual.

Aún me duele la caída fuera de la habitación de la castaña, y no por el golpe, sino por ser ella quien me haya dañado, por sus palabras cargadas de odio, y sobre todo por ver a la pequeña decirme que soy un enfermo mental, por ver en mí lo que siempre quise ocultarle, no es la primera ni será la última. Agradezco que quien me haya rescatado del suelo haya sido Sharon y un enfermero, también que nadie haya visto eso, porque sería demasiado obvio lo que sucede. Y no es como que tenga miedo de alguien, pero conozco a Tobías y sus influencias, también temo que se lleven a July, aunque ahora no dudaría en seguirla a la Costa.

—Acabo de hablar con el doctor —comenta ella mientras pasa un peine en mi cabello.

La miro a los ojos, intento recordarme que es Sharon y apago esas ganas de decirle que se vaya a la mierda y me deje solo. Pero ella es lo único que me queda en este mundo, Julieta me ha soltado la mano, lo sé, la siento, siento su enojo, su dolor y su dificultad para perdonar. Si fuese yo, no me perdonaría y lo tengo más que claro. Eso es lo que no me deja moverme de esta cama, si a mí me duele la pérdida de un hijo del que recién me entero, no me imagino a ella que lo llevaba en el vientre.

—¿Cuándo me darán el alta?

—Si comes, vas al baño y actúas con normalidad, en la tarde.

—Me siento tan mal —confieso y suspiro—, tanto que quiero cerrar los ojos y no volver a abrirlos.

Sharon me mira de manera acusatoria y niega reprendiéndome. Se acerca de repente y me sujeta del mentón.

—No quiero que vuelvas a decir algo como eso —exige furiosa y no tarda en llorar—, ¿qué haría si me abandonas?

No me siento mal por mí, sino por ella, y con la poca fuerza que tengo, levanto mis brazos y la atraigo hacia mí para abrazarla. Me duele demasiado el tórax, pero más duele pensar en mi hermanita si fuese a quedar sola, si yo me pongo en su lugar y pienso en que ella me falte me volvería loco.

—Lo siento —susurro y beso su cabello—, siento ser el único pilar que tienes, y además que mis cimientos estén defectuosos.

—Te amo así como eres, pero no digas eso.

Asiento en respuesta, acaricio su cabello pero se aparta y me mira preocupada.

—¿Qué sucedió con July?

—¿No te ha contado?

—No quiso visitas al igual que tú.

Suspiro con amargura imaginando cómo pueda estar.

—Yo estaba en casa, bebido, perdido en mis mierdas y ella llegó, debía ir al club por su cumpleaños, pero sinceramente no quería arruinárselo.

Sharon se acomoda en la camilla y presta atención.

—La maltraté mucho, le dije cosas horribles y en un ida y vuelta ella me confesó que estaba embarazada. Me descontrolé, era tal el miedo que sentí que la eché del apartamento, la arrastré hacia el pasillo.

Mi hermana se cubre la boca y los ojos se le empapan con rapidez, los míos mantienen esa hinchazón y brillo constante, esos que indican que no has terminado de sacar toda la mierda que llevas dentro.

—¿Cómo hiciste algo así? —inquiere con asombro y algo de asco.

—No lo sé —confieso confundido—, pero me arrepiento tanto, y me siento tan culpable por el bebé...

Termino cubriendo mi rostro y sacando más de lo que guardo dentro, es mentira que llorar te hace bien, que te limpia, para mí es como una droga, cuanto más lloras, más quieres llorar. Ella me abraza, me consuela, pero el llanto de Julieta nada lo borra de mi mente.

—¿Cómo la encontraste? —consulto lo que mi mente ha pensado durante todos estos días.

Rasca su frente y parece recordar.

—Subíamos por el ascensor, y al salir, pasamos por la puerta de la escalera, la luz estaba encendida por lo que suponíamos había alguien, pensé que era de la limpieza, lo que menos me imaginé era que estaba Julieta. Hasta que Jamie oyó un ruido, una queja. Bajamos y la vimos recostada sobre la pared, estaba ida, se sujetaba el vientre y lloraba, y cuando me vio se largó a llorar aún más, me dijo: "mi bebé, mi bebé" y enseñó la mano con sangre. Ahí llamé a la ambulancia y por más que le hacía preguntas de qué había pasado, de dónde estabas tú, y todo lo que se te ocurra, no contestaba, estaba como tonta.

—¿Qué hacía en las escaleras?

—No lo sé, Et —responde frustrada—. Por más que no quiera verte, debes hablar con ella.

Me siento atado aquí, sin poder hacer nada, no debo dejar que las cosas se me escapen de las manos. Limpio mis ojos ardidos y con mucho cuidado me levanto de la cama. Me duele mucho el cuerpo, ahora lo siento. Pero debo salir de aquí, debo hablar con Julieta.

Esperen un momento:

—¿Quién mierda es Jamie, Sharon?

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora