Capítulo №55

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Siempre deseé ser como cualquier otra persona, sin todo lo que llevo a cuestas, pero he descubierto que esta es mi normalidad, que nunca saldré de esto, y no es malo, simplemente soy yo, y he decidido aceptarme como soy, de nada sirve querer cambiar. Eso me lleva a lo extraño, a la zona no explorada, a lo diferente. Intenté ser feliz, casarme y formar una familia, y no funciona, lo mío es la desdicha y la soledad.

La soledad siempre ha sido mi mayor amiga, mi mente es algo turbulenta pero no se contradice, la distancia del mundo evita que flaquee y haga lo que no debo. A veces considero que estoy haciéndolo mal, pero dando un vistazo al pasado, me recuerdo que lo hago bien. Que así debe y debió haber sido siempre, no puedo ir contra mi naturaleza, no puedo cambiar.

Es un cambio tan drástico y fuerte que ocasiono daños a mi alrededor, pero podrían ser peores e irreversibles. Le he fallado a una sola persona, a la más importante de mi vida, y duele, pero no hay otra forma en la que salgamos sanos y salvos. Siempre admití que yo era el tóxico, y hoy lo afirmo, pero no me conformo, no me quiero echar a perder.

—A veces tengo cinco minutos en los que repaso lo que he hecho, en los que me doy cuenta que vivo en dos realidades alternas y me quiero tirar por la ventana —confieso.

—¿Cómo es eso de las realidades alternas? —inquiere Lana.

Me giro en la cama para ver hacia la ventana y evitar verla a la cara mientras le cuento, es la única forma en la que puedo expresar todo sin confundirme, tal y como si estuviese en el psicólogo.

—Es como... —Lo pienso, en mi cabeza todo tiene sentido, pero al contarlo suena a cuando hablas del sueño que tuviste y comienzas a olvidar—, es como si por momentos dejara de sentir esta angustia crónica, me recuesto en mi cama como ahora y comienzo a recordar momentos, palabras, comienzo a pensar en ella y ahí todo se vuelve confuso.

—¿Por qué?

—Porque me dan ganas de ir y buscarla, de dejar toda esta situación horrible a un lado y comenzar de cero, pero luego a los cinco minutos vuelvo a sentirme mal y frustrado, comienzo a entender el motivo de todo esto y me enfrío. Imagina si eso me pasa con ella, vuelvo y a cada rato estoy así. Fueron largos los meses dentro de la casa con ella, evitándola, tratando de no darle nada para luego tener que quitárselo.

—¿Y por qué no se lo dijiste? ¿Acaso te ha servido guardar información? Eres un pendejo.

Suspiro.

—No sirve hablarle, porque ella se quedaría junto a mí, soportaría y quedaría peor de lo que está, angustiada, cansada, dolorida, no lo merece. Lo mejor es alejarla de golpe, es mejor, es como cuando te quitan la cinta adhesiva de una herida, de un sólo tirón duele menos.

—No lo sé, Et.

—Con ella a mí alrededor no mejoraré y por consecuencia ella tampoco. Cuando ambos estamos bien, la relación es perfecta, pero yo soy un dependiente emocional y no puedo ir por la vida como un imán de desgracias.

—¿Y cuál es tu brillante plan? ¿Esconderte en esta lujosa habitación de por vida? —inquiere sarcástica, se acomoda en su silla y cruza sus piernas.

—Planeo estar en paz, y lo estoy. Quiero que ella vuelva a la normalidad y ahí podré salir de la cueva, como tú dices.

—Yo realmente no estaba contenta con su boda —confiesa—, no me había gustado esa situación con el hermano de Joy, lo sentí feo de Julieta.

—Eso es historia —admito—, la verdad es que todo lo que ha pasado es historia. No hay lugar para los problemas viejos, esos están guardados, creo que los del presente son peor.

—No sé realmente cómo crees que esto funcionará...

—No pienso en nosotros juntos —confieso—, pienso en nosotros separados, bien y cada uno por su lado. Y si las cosas se dan, que así sea, pero no quiero esperanzas ni ilusiones, eso siempre fracasó, nos llevó a donde estamos. No tienes idea de lo doloroso que es tener algo que realmente amas y que de repente te lo quiten.

—Pero ella cree que todo se terminó.

—Es que sí se terminó —admito—, si ella cree que tenemos alguna oportunidad intentará acercarse como todas las otras veces que lo hicimos. Basta que la mire para darle chance, la conozco demasiado bien, Lana.

Se hace un silencio sereno, miro al techo y pienso una vez más si esto es correcto, y a pesar de ser doloroso, es lo mejor, cada día me convenzo más.

—Sólo así ella seguirá adelante, pensando que no me tiene más, saldrá adelante sola, se pondrá bien, y no estará como un alma en pena. Yo no puedo con ni mis demonios, imagina juntar los de ella y a los míos.

—¿Y si te supera y sigue adelante sin ti? ¿Si conoce a alguien más?

No respondo, no quiero exteriorizar. Pero sé que eso es una posibilidad, es casi seguro, con el tiempo ella mejorará, será normal otra vez, se verá hermosa y llena de energía, y alguien la verá, no es difícil fijarse en ella. Sólo espero que sea alguien digno de ella, que sea mejor de la porquería que yo soy, que la ame y le dé lo que quiere para la vida. Si es así me pondré feliz, le deseo toda la felicidad del mundo.

—No pienso en eso —miento—, quiero que mejore, y después veré si me encuentro apto para ella.

—Suena extraño que pienses que una persona te esperará toda la vida —replica incrédula, termino sonriendo.

—Me conoces demasiado bien —determino y me limpio la repentina gota que se me escapa del ojo derecho. Me quema la piel de la mejilla.

Lana se recuesta a mi lado y me frota el brazo. Consuelo de idiotas, pero sería tonto decir que no lo necesito.

—Sé lo que haces, la estás dejando ir y vas a arrepentirte —susurra aún más triste de lo que yo sueno.

No sé en qué momento empiezo a llorar, pero es raro, es una mezcla de dolor, de angustia, de rabia y de odio, no quiero culpar a nadie, quiero hacerme responsable de todo, pero es demasiado, no lo resisto, siento que voy a partirme a la mitad.

—Lo sé, ya estoy arrepentido, pero la amo tanto que prefiero sea así.

—Siento que hay algo que no me estás diciendo Et —susurra Lana.

Trago el nudo en mi garganta.

—¿Algo como qué?

—Es demasiado raro tu comportamiento, alejarte, soltar, no es propio de ti.

Me giro para quedar frente a ella y confesarle mi motivo. No se lo he dicho a nadie más que a Bill, y ya estamos tomando cartas en el asunto.

—Estoy peor de lo que crees —le confieso.

—¿Hablas de tu colapso? —consulta confundida y asiento—, ¿por qué estás peor?

—Porque además de todo lo que me ha pasado, descubrí que estoy loco, estoy seguro que lo heredé de mi mamá.

—No seas tonto —responde ella y sonríe mientras acaricia mi pelo—, no estás loco, solo un poquito psiquiátrico.

Me hace reír apenas, pero inmediatamente mi risa se evapora, cambiante como lo soy yo.

—He tenido pensamiento suicidas —confieso y Lana se queda sin aire.

—¡¿Qué?!

—Por eso casi no conduzco, porque tengo el impulso de querer chocar —confieso.

—Et, por Dios...

—Viste que sí estoy loco.

Sempiterno Caos #3 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora