Capítulo - 6

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Gwen / En el campo de béisbol

Lunes 28 de agosto - 17: 15

Estoy en las gradas observando el entreno de los Lions, mientras fumo un cigarrillo. Normalmente, durante los entrenamientos, las gradas suelen estar bastante vacías, hoy por ejemplo, solo hay el club de animadoras, que miran embobadas a los chicos mientras juegan, y yo, que estoy en la última y más elevada grada.

Yo estoy centrada en Leo, el capitán del equipo, pero no porque me guste, ni mucho menos... Yo ya tengo novio, fuera del instituto, y si no lo tuviera tampoco me fijaría en un chico como él, los Lions son unos cabrones, y estoy segura que han sido ellos los responsables de la trastada de los posits de esta mañana.

Si estoy pendiente de este chico es porque tenemos algunos tratos, y con esto me refiero a algo un tanto secreto, que solo sabemos nosotros dos.

Leo es conocido como el mejor jugador del Harvey, de hecho tiene la etiqueta de «el deportista», pero hay algo verdaderamente oscuro que se esconde detrás de sus trofeos. Se ve que se siente muy presionado por todos los que le rodean, porque siempre le exigen mucho y quieren que sea el mejor en el deporte, pero él no puede darlo todo siempre. Es por eso que este verano me llamó para pedirme ayuda.

¿Y por qué a mí? Pues porque yo tengo unos polvitos mágicos, y no me refiero a los que poseen las hadas, hablo de algo todavía mejor, la droga. Mientras que a él le conocen como el deportista, a mi me llaman la traficante, esta es la etiqueta que han puesto en mi taquilla. Tampoco me he ofendido mucho porque es la verdad, yo soy la traficante del instituto, el camello sin rey ni joroba. Esto tendría que ser confidencial, pero ya medio mundo lo sabe, aunque no me importa, así consigo reconocimiento y más clientes...

El caso es que al tener tantas substancias a mi disposición, Leo recurrió a mí para ver si alguna la podía ayudar, y así fue, porque tuvo la suerte de que tenía EPO, unas hormonas muy útiles para el dopaje... Pero más suerte tuve yo, ya que son muy caras y con esto me voy a forrar.

Es por eso que hoy me encuentro aquí, esperando a que termine el entreno para reunirme con Leo en secreto y darle las hormonas a cambio de dinero. Ya hemos acordado que este intercambio se hará cada lunes a la misma hora y en el mismo sitio, así que le tendré que dar la droga esta para una semana.

...

Al acabar el entreno, tal y como habíamos acordado, me he reunido con Leo en los vestuarios antiguos del club de béisbol, que actualmente nadie utiliza y están abandonados.

Allí le he explicado un poco como funciona esta droga, cuanto se tiene que inyectar y cuantas veces, y algunos pocos detalles más.

- Oye, y para terminar, ¿esto me puede causar mucho daño? - me pregunta Leo, un tanto preocupado.

- A ver, es evidente, el dopaje con EPO puede aumentar el riesgo de tener alguna enfermedad cardiovascular. - le cuento lo que me explicó el colega que me pasa droga a mí, que sabe mucho más del tema.

- Ostras, ¿en serio? - este chico parece idiota, ¿no le han enseñado que drogarse es peligroso?

- Claro Leo, según lo que me han contado puedes llegar a tener trombosis, hipertensión y alguna cosa más. - le advierto. - ¿Estás seguro de querer hacerlo? Aunque solo eres mi cliente, no me gustaría que ahora cogieras una enfermedad por mi culpa.

- Sí, sí... Lo tengo claro. - me contesta firme y seguro de sí mismo. - Y tú no te preocupes por nada, si pasa algo ya asumiré yo toda la culpa.

- Hombre no, en todo caso el problema lo tendremos los dos, que soy yo la que te vendo esto. - digo en desacuerdo con lo que ha dicho el rubio.

- Vale, vale, la culpa será de los dos... - se ríe Leo, y no sé ni de qué, porque esto no es un tema muy gracioso. - De todas maneras hay que ser positivos y pensar que todo saldrá bien. Solo necesitaré hacer esto durante este curso y ya, una vez graduado esto no lo tendré que hacer más.

- Sí, y todo este curso pasará muy rápido, tanto que en un abrir y cerrar de ojos ya estaremos en nuestra graduación. - pienso positivamente como me ha aconsejado él.

- Sí. - suspira él. - Todo ocurrirá demasiado rápido.

Después de esto se forma un silencio incómodo en el ambiente hasta que Leo da un largo suspiro y luego decide hablar.

- Bueno pues... Muchas gracias por todo, Gwen. Que esto no salga de aquí, ¿eh? - me da un pequeño golpe en el brazo con su puño, como si fuera su colega o algo.

- Sí, sí, puedes estar tranquilo que yo no voy a contar nada. - le muestro una gran sinceridad para que confíe en mí.

Después de cerrar este trato, los dos salimos de los vestuarios abandonados y cada uno toma un camino distinto y nos vamos sin ni siquiera despedirnos, como si allí dentro no hubiera ocurrido absolutamente nada. 

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