Capítulo - 8

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Leo/ En casa

Lunes 28 de agosto - 18:21

Acabo de llegar a casa después del entrenamiento con mi equipo. Lo primero que hago es entrar a mi habitación y tumbarme en la cama, hoy ha sido un día muy cansado. Noto mis párpados tan pesados que mis ojos se empiezan a cerrar solos así que decido echar una siesta, pero justo en el intento, oigo que me llaman. Cojo mi teléfono, un Higgo New Classic, y abro la antena y cogo la llamada.

- ¿Diga?

- Hola Leo, soy yo, TJ. - me habla mi mejor amigo. - Tengo que contarte algo muy fuerte que me ha pasado durante el castigo.

- Uy, uy, uy... Me asustas un poco con este tonito. - le advierto y escucho como se ríe.

- Quería contar esto a Cassie y a Bryce, pero no me han cogido el teléfono así que he supuesto que estarán ocupados. - me explica antes de que yo pueda preguntarle nada. - A ellos ya se los contaré todo mañana, pero a ti te lo voy a contar ahora... Ha sido todo muy raro pero a la vez divertido. - sus palabras me tienen intrigado.

- Cuenta, cuenta, ¡sorpréndeme! - le digo con emoción y le oigo reírse.

- Estábamos Klaus y yo en el teatro del colegio... - lo que oigo me deja confundido.

- ¿En el teatro? - le interrumpo. - Si estábais castigados, ¿no tendríais que estar en clase, haciendo deberes?

- Sí, pero como hoy es el primer día, no teníamos deberes ni nada, así que nos han mandado al teatro del insti a hacer limpieza. - me explica y entro en razón.

- Ah, claro... Tiene sentido. Bueno pues continua con lo que ibas diciendo, que te he interrumpido. - le pido.

- Pues estábamos los dos en el teatro, solos por cierto, porque no había ningún profe de guardia... - me especifica. - Y bien, mientras estaba ordenando unas cajas, entre ellas encontré una... - de repente TJ es interrumpido por un ruido ensordecedor que parece venir de su habitación, ha sonado como si se hubiera roto un cristal.

Desde el teléfono oigo a TJ gimiendo del dolor.

- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? - le digo y él sigue lamentándose.

- Alguien de la calle ha tirado algo en mi ventana y la ha roto. ¡Y han saltado los cristales por todas partes. - oigo cómo respira rápido y hondo por la boca. - Tengo cristales en mi cara y algunos en los brazos, ¡me está saliendo sangre!

- ¿Hay alguien en casa? - le pregunto intentando esconder mi inquietud.

- No, estoy solo, ¿qué hago? - noto como va perdiendo la calma.

- Vale, voy para allá, tardo cinco minutos. - digo levantándome y bajando las escaleras rápido para salir lo más antes posible.

- De acuerdo, gracias. - después de esto los dos colgamos.

Corro lo más rápido que puedo y llego a su casa en un santiamén. Suerte que vivimos en el mismo barrio, y que soy una persona veloz, creo que al final ni cinco minutos he tardado.

Llamó a la puerta y él no tarda en abrir. Lo veo con el rostro lleno de cortes y algún que otro vidrio pegado en sus pómulos. Sus brazos están vendados, veo que ha sido capaz de quitarse los cristales de allí y desinfectarse.

- Ay dios, vamos al baño y te ayudo con todos los cortes que tienes en la cara. - entro directo en su casa sin ni siquiera saludarnos.

- Vale, muchas gracias. - dice mientras los dos vamos rápido a uno de los cuatro baños que tiene. - He podido quitarme los cristales que tenía en los brazos y me los he curado como he podido, están bastante bien, mejor que mi cara...

Al llegar al baño él se sienta en el inodoro y yo cogo el botiquín. Con unas pinzas voy quitando los trocitos de vidrio que tiene en su piel mientras aguanto sus quejas de dolor. Luego le desinfecto todas las heridas y las cubro con unas pequeñas bandas.

Cuando por fin termino, le pregunto por todo lo sucedido.

- A ver, ¿puedo saber qué es lo que ha ocurrido, ahora que ya no estás en apuros y puedes hablar con calma? - le pregunto con seriedad ya que es muy fuerte lo que acaba de pasar.

- ¡Es que ni yo lo sé! Estaba hablando contigo y de repente he visto a un objeto entrando por mi ventana y rompiéndola. Luego todos los cristales han saltado y me he hecho daño, ya lo has visto... Después, mientras tu estabas de camino, he ido al baño y me he curado los brazos. - me explica detalle a detalle.

- ¿Y el objeto qué era? ¿Una piedra? - intento adivinar.

- No lo sé, creo que no... Era muy blanco y redondo para serlo. - se encoge de hombros.

- Vale pues vamos a tu habitación y vemos que es, a lo mejor esto no nos puede ayudar a saber quién te ha tirado esto, quién sabe... Y también de paso recogemos el resto de cristales. - le propongo y él acepta.

Los dos subimos a su cuarto, y miro el suelo lleno de cristales, y entre todos estos veo una pelota de béisbol, exactamente igual que las del insti.

- Mira esto. - le señalo con la barbilla lo que he encontrado. - Aquí hay una pelota de béisbol, a lo mejor es esto lo que han lanzado... - supongo.

- Sí, es esto seguro, porque la pelota que yo utilizo para entrenar en casa, siempre la tengo guardada, y no tirada por el suelo. - a continuación se agacha para coger la pelota y la mira con atención.

Como he observado antes, es igual que las que hay en el colegio, pero esta tiene una cosa que la diferencia, tiene escrito con un rotulador rojo permanente dos erres en mayúscula.

Yo me quedo confundido, y luego miro a TJ, que se está poniendo pálido.

- Oye TJ, ¿estás bien? - le pregunto un tanto preocupado al ver su estado.

- Eh... Sí, sí, es solo que me ha sorprendido esto de las erres, es un poco raro... - algo me dice que su cara de pánico no se debe a solo esto, pero decido no preguntarle más.

- Vale, vale... Bueno, mejor recogemos todo esto, antes de que alguien pise un cristal y se haga daño. - él asiente con la cabeza y nos ponemos manos a la obra.

Mientras recogemos decido preguntarle a TJ por lo que me quería contar antes, eso tan fuerte que ha ocurrido durante el castigo. Él me cuenta que lo que ha sucedido era que entre todas aquellas cajas se ha encontrado a una rata muerta, y le ha dado mucho asco. La verdad es que yo no entiendo como el teatro de la escuela puede estar tan dejado, es una vergüenza...

Después de un buen rato, cuando por fin terminamos de limpiar todo, me despido de mi amigo y vuelvo a casa.

Si hace una hora ya estaba cansado, después de todo esto, ahora estoy que no me puedo ni mover. Me tumbo en mi cama y sin darme cuenta me duermo en un instante. 

Red RouletteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora