Capítulo 16: Dios de la muerte

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Tesla había ido a buscar a Göndull, si quería superar su trauma, necesitaba terapia, pero no era un experto en nada que tuviera que ver con la mente humana por lo que decidió acudir con alguien.

—¿Quiere que lo ayude a buscar al señor Jung? —la Valkyria estaba sorprendida, había escuchado poco de ese apellido pero sabía a qué persona se refería.

—¿Me harías el favor? —suplicó, por el amor a Dios, nadie se podía resistir a ese rostro tan tierno; sobre todo a los ojos de la mujer, en este caso.

—Puedo ayudarlo, señor Tesla pero ¿Para qué lo necesita?

—Hay unas cosas de mi pasado que me gustaría superar. —dijo serio, estaba decidido a avanzar y dar el siguiente paso en su vida amorosa.

Si bien, Beelzebub había prometido no intentarlo de nuevo y menos sin su permiso, ¿Pero qué clase de científico sería si no logra avanzar?

—Entiendo. —comenzó a caminar hacia un hermoso jardín seguida por el castaño, estaba segura de que Tesla requería ayuda de un experto; no lo obligaría a hablar pero si podía ayudar, lo haría.

⚡🪰

Por su parte, Beelzebub tenía que obtener información de ese maldito científico para cumplir su deseo de venganza, lo que no sabía era por donde empezar a buscar; desconocía el paradero de ese hombre y ni se diga de su apariencia.

No era como que iba a llegar con su pareja y preguntarle al respecto, Nikola desconocía que él ya sabía absolutamente todo y si lo descubría, posiblemente le daría un ataque.

Lo primero que hizo fue ir con el Dios del inframundo y es que existía el mito de que Hades podía robar y juzgar almas, entre otras cosas.

Tal vez él sabía algo sobre ese hombre.

—¿Beelzebub? —se sorprendió el Rey del inframundo al ver a su amigo con mucha seriedad, esperaba que no fuera nada malo porque no tenía tiempo de lidiar con la depresión de su hermano menor adoptado.

—Necesito información sobre cierta alma humana. —no parecía estar jugando y no solo eso, ni siquiera se había tomado la molestia de decir "Por favor". —Tú puedes obtener cuanta alma quieras, ¿No?

Se quedó en shock, no creía que su amigo le pediría tan semejante cosa, tosió levemente para llamar su atención y con un tono autoritario y amable, exclamó. —Falso, ese no es mi trabajo sino de la muerte.

—¿Entonces dónde puedo encontrarla? —estaba harto de los rodeos, sabía que si le cedía el lugar a Satanás, los resultados serían devastadores.

—¿Qué tan importante es esa alma humana como para que desees hablar con la muerte? —se cruzó de piernas de forma elegante.

—Mucho, no quiero entrar en detalles así que...

Vio la seguridad en sus ojos y decidió ayudar a su depresivo amigo, suponía para qué necesitaba a la muerte, pero conociendo a Beelzebub, no le diría nada. —El Dios de la muerte: Thanatos, Mictlantecuhtli, La celta Morrigan, Erlik, Coatlicue... No importa que nombre tenga o como la llames, sigue siendo el mismo Dios de la muerte de quien nos referimos.

—¿Él me puede dar la información que quiero? —Beelzebub estaba a un paso de acabar con el alma de ese malnacido.

—Hay muchos Dioses que te podrían facilitar la información, pero la muerte es más fácil de convencer. —Hades se encongió de hombros. —Sin embargo, siempre quiere algo a cambio.

—¿Cómo qué? —expresó su duda, él era el pecado de la gula así que no había mucho que intercambiar.

—No lo sé. —elevó sus brazos en señal de duda. —Depende de la muerte.

—¿Entonces? —insistió, entre más rápido acabara, mejor.

—Puedes encontrarla en la biblioteca más grande de todos los mundos. —se cruzó de brazos. —Usualmente no hay nadie ahí por lo que es fácil reconecerla.

Sin pensarlo mucho, el señor de las moscas se dio media vuelta y emprendió su camino. —Gracias.

—Beelzebub. —Hades lo detuvo, sabía que haría algo potencialmente malo. —No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

El de negro solo le dedicó unos ojos neutrales a Hades y continuó su camino.

⚡🪰

Después de varias horas de recorrido, Beelzebub finalmente dio con el lugar.  Al entrar, se percató de los enormes estantes de libros, el Rey del inframundo tenía razón, no había ni un ser viviente rondando el lugar.

No le costó mucho dar con la muerte que para su fortuna, estaba sentada en unos de los sillones de descanso de la biblioteca mientras leía un libro con un nombre escrito en él.

—Si hubieras tomado un taxi, no te habría atropellado una aplanadora. —se carcajeó la muerte. —Ese día si me pasé...

A paso firme, Beelzebub se acercó al hombre o mujer, no sabía qué era pero quería acabar con esto.

—Oye. —llamó Beelzebub.

Por su parte, la muerte dejó de lado el libro en la mesita y se dedicó a observar al demonio que la llamaba, ya no se sentía mal de ver a alguien más con su estilo de ropa.

—¿Puedo ayudarle? —sonrió.

—Necesito que me des información de un alma humana. —ordenó sin chistar.

—¿Nadie te enseñó a decir "por favor"? —se quejó. —Los jóvenes de hoy en día si que son unos atrevidos.

—Me dijeron que tú podrías ayudarme.

—Sí, puedo hacerlo. —se recargó en el soporte del sofá. —Pero nada es gratis en esta vida.

—¿Cuál es el precio? —Beelzebub iba sin rodeos.

Lo pensó por unos segundos con detenimiento mientras cerraba sus ojos negros. —Mmm... Puedes entregarme a Niko... —no pudo terminar debido a que el señor de las moscas la interrumpió.

—No. —dijo tajante, y en primer lugar, ¿Cómo conocía eso? Bueno, era la muerte y supuso que sabía más de lo que requería.

—¿No? Entonces quiero ese anillo que traes puesto. —señaló, vaya que era rápida para escoger otra cosa.

Por instinto, Beelzebub se tocó el dedo donde traía puesto el anillo, era importante para él ya que había sido un regalo de parte de su novio y en él, tenía grabado el amor que Nikola le profesaba.

Siempre lo llevaba puesto y Tesla era consciente de eso, si se lo quitaba y su novio se daba cuenta, entonces podría malinterpretarlo.

—¿Por qué? —cuestionó, ¿No había otra cosa mejor?

—Nada en especial es solo que me gusta el drama. —Se excusó peinando su largo cabello negro. —¿Y bien? ¿Aceptas o no, mediocre?

—Hecho. —Finalizó Beelzebub, acto seguido vio como la muerte se levantaba del sillón y se dirigía a un estante para sacar un libro con el nombre de "Nikola Tesla" escrito en él y entregárselo. —Yo no quería este...

—Te ayudará más que el otro. —y era verdad, tal vez así entendería mejor al croata. —Además ahí viene lo que necesitas.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó serio.

—Comienzo a sospechar que no tienes muchos amigos por esa actitud tan exigente y seria. —ya había conocido Dioses así y eran los que más la desesperaban. —No puedo explicar cómo lo sé pero todos pagarían por saber lo que yo sé.

El secreto de Nikola TeslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora