Capítulo 3: El plan de Beelzebub

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Después de aquella conversación, Beelzebub yacía en su hogar el cual estaba técnicamente al lado de su laboratorio. Sí, solo era una habitación dentro del castillo de su amigo.

Algunos dirían que se trataba de un mantenido por vivir a costa del albino pero la realidad era otra, apoyaba a Hades con sus experimentos aunque éste le dijera que no.

Sentado sobre cama, recargando sus codos en sus piernas y con los dedos entrelazados entre sí para poder apoyar su mentón, el señor de las moscas pensaba sobre las palabras de Adamas.

“Yo digo que te es infiel con el otro humano”.

Se repetía aquellas palabras una y otra vez, no dejaba de pensar en eso, ¿Y si era verdad?, ¿Y si su amado Nikola le estaba siendo infiel?

Amaba tanto a Tesla que estaba dispuesto a dejarlo ir y que fuera feliz con alguien más siempre y cuando le dijera a la cara que ya no lo ama.

De la misma forma, cada vez que pensaba en Nikola en los brazos de alguien más, se le resolvía el estómago.

Antes de dejarlo ir, pelearía por él y aceptaría su derrota en cuanto, repito, le dijera que ya no lo ama.

Aún así, no podía dejar de pensar en eso, tenía que sacarse de la mente que Nikola le era infiel. No podía aceptar algo como eso.

Ideó un plan, se aseguraría de saber la verdad de Tesla y arreglarían de una vez por todas la situación.

Y esperaba por el amor de todos los dioses y demonios, que las palabras de Adamas fueran erróneas.

Si en verdad Nikola le era infiel, no sabría qué hacer pero si no era nada de eso, se aseguraría de sellar por toda la eternidad la boca de víbora del Dios de la conquista.

¿Cuál era su plan? Simple, no por nada era el señor de las moscas; lo único que haría es hacer que una mosca siga a Tesla por un tiempo hasta que sus sospechas queden aclaradas, también utilizaría a las demás moscas para recolectar información.

Por supuesto que era un genio.

Pero sobre todo, esperaba no arrepentirse.

⚡🪰

El primer día, notó como su amado hacía anotaciones de fórmulas en una enorme pizarra, le parecía interesante ver la seriedad con la que su pareja trabajaba.

Era evidente que Beelzebub había dedicado una habitación solo para observar a Nikola, ésta estaba llena de pantallas y monitores para ver hasta el último detalle de su novio y en el centro del cuarto, se encontraba un sofá individual particularmente cómodo.

Se preguntaba en qué estaba trabajando y cuál sería su producto final, tal vez se daría una vuelta para ayudarlo y molestarlo un poco.

Lo observaba con una sonrisa boba no obstante, ésta fue borrada cuando vio que Edison entraba al laboratorio de su pareja por lo que se dispuso a escuchar con atención.

-En el laboratorio de Nikola Tesla-

—Ey, Tesla. —Llamó el más grande de edad. —¿Estás solo?

—¿Hm? —el castaño miró a su hermano de la ciencia. —Así es, mi estimado, ¿Por qué la pregunta?

—No es por nada, solo estoy buscando a Newton y pensé que estaba contigo. —se rascó la nuca fastidiado. —Bueno, te dejo, si me necesitas, ya sabes donde encontrarme.

—Que la ciencia te acompañe. —se despidió Tesla con una hermosa sonrisa, una sonrisa que podía generar electricidad a una ciudad entera.

-Regresando con Beelzebub-

Beelzebub casi sufría un paro cardíaco cuando escuchó a Edison preguntar si su pareja estaba sola, admitía que en ese momento la sangre se le había bajado a los pies y agradecía enormemente no descubrir nada malo el primer día.

—Espero equivocarme. —finalizó Beelzebub.

El secreto de Nikola TeslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora