Cap6. Un respiro en el Templo

162 28 1
                                    

"Gracias por llevarle esto a nuestro padre, Ferdinand."

Me crucé de brazos e hice una ligera reverencia a Lady Georgine mientras dos guardias ayudaban a subir las cajas de madera que debían enviarse a Eisenreich, así como un gran sobre lleno de tablillas y pergaminos con los reportes de Hirschur y los asistentes adultos.

Pasaba de la sexta campanada del día de la fruta. Habría querido irme desde temprano para no preocupar más a milady, pero la cita de inscripción en la biblioteca había sido durante la segunda mitad de la tercera campanada y la fiesta de té con los profesores de música y al menos dos alumnos más de otros grados y Ducados se había celebrado desde mediados de la cuarta y hasta un cuarto de campanada atrás. Por suerte no tuve que soportar al idiota del príncipe Sigiswald y su obvio desprecio por el templo.

"¡Por favor, asegúrate de calmar a Lady Rozemyne, querido hermano!" me instruyó Gudrun "No está bien que tú señora se preocupe tanto por ti."

"Haré lo posible, hermana."

"Gudrun, mejor olvídalo" se mofó Lord Sylvester, quién de algún modo ahora estaba con nosotros "Mi hermana solo quiere consentir a su mascota y rascarle detrás de las orejas."

Me moví lo suficiente para que mi cabello cubriera mis orejas que ahora estaban ardiendo e hice lo posible de tragarme la mueca amarga que ese comentario me arrancó. No importa que tan duro intenté mantener una sonrisa noble, hay comentarios que no es posible evitar.

"Milord, no soy una mascota." Intenté defenderme, recibiendo una carcajada de parte de Sylvester, una risita nasal mal disimulada de mi hermana y una sonrisa divertida de Lady Georgine. Debería pedirle a ella que me entrene para ocultar mejor mis emociones en este nido de buitres llamada sociedad noble.

"Sylvester, esa no es manera de reírse para un candidato a archiduque. Tendré que aleccionarte, supongo."

El ruido burlón se cortó en ese momento y la cara antes roja por la risa de Lord Sylvester se volvió tan pálida, que parecía que su alma lo había abandonado.

'Tal vez sea mejor buscar otra manera de entrenar mi autocontrol. No parece prudente molestar a los hijos del Aub con mis problemas.'

"En cuanto a ti, Ferdinand" prosiguió Lady Georgine "disfruta tu descanso y demuéstrale a mí hermanita que no tiene nada que temer. No está bien que sean las chicas las que se preocupen de esa manera por el bienestar de los chicos. ¿No estás de acuerdo?"

Asentí con seriedad, cruzando mis brazos de nuevo antes de subir al círculo de teletransporte con Joseph.

"¡Recuerda repasar los apuntes que te dimos, hermano! Pasar todos los exámenes escritos a la primera no justifica aflojar en los estudios."

Quise contestar, pero fue imposible. Las luces negras y doradas nos envolvieron y en menos de un parpadeo ya me encontraba en Eisenreich.

No había dado ni dos pasos fuera del círculo cuando algo, o mejor dicho, alguien, me tacleó cómo si hubiera entrado a un campo de fútbol americano.

"¡Ferdinand!"

"Mi-milady... ahm."

Un par de enormes ojos dorados y llorosos se apartaron apenas un poco de mi pecho, observándome con lo que parecía una mezcla entre felicidad y preocupación antes de que la dueña se separara del todo y me obligara a levantar mis manos.

"¿Estás bien? Nadie te lastimó, ¿verdad?" dijo mi maestra antes de obligarme a girar, pasando sus manos por mi cintura y luego colocándolas en mis mejillas para obligarme a agacharme "¿Bajaste de peso? Mi pobre, pobre Ferdinand. Yo..."

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora