Interludio: El tejido que debió ser

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Disftuta el interlidio

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"Ferd, alguien nos visitara pronto. En dos días. Pero es una reunión secreta. No puedes decir nada."

"¿Mamá?"

La mujer llamada Dana mostró una sonrisa incómoda a su hijo, quien la observaba esperando una respuesta.

Dana podía entenderlo, podía entender la confusión de su hijo, después de todo, se encontraban encerrados debido a la nieve y el viento. Las tormentas comenzaban a ganar fuerza, lo que solo podía significar que pronto aparecería el señor del invierno.

Aunque eso no era algo que los plebeyos supieran.

"No te preocupes por los detalles cariño, solo asegúrate de pedir el día al alcalde. Dile que enferme y tienes que cuidarme."

El pequeño de cabello celeste frunció el ceño, haciendo reír a su madre.

"No tengo que pedir nada, mamá. Soy un aprendiz. Ni siquiera debería estar trabajando durante el invierno."

"Bueno, entonces asegúrate de no trabajar el próximo día de la tierra."

"Entiendo."

Con la conversación concluida, la mujer soltó su cabello, permitiendo que la cascada rubia cayera a su espalda. Su hijo se sentó cerca y la ayudo a trenzarlo mientras hablaban de su día en la privacidad de la habitación en la que vivían durante el invierno.

Antes de acostarse a dormir, la mujer tomó algunas feystone pequeñas y se las tendió a su hijo quien comenzó a soltar el calor en su interior, asegurándose de solo soltar lo necesario.

Una vez terminado, se acostaron a dormir.

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos, y pronto el día de la tierra llegó.

Su madre lo levantó temprano, lo ayudó a lavarse el cabello y el cuerpo. No es que el muchacho estuviese sucio, en realidad, Ferd tenía el extraño hábito de bañarse todos los días, un hábito que empezó un día cuanta tenía cinco años y que en realidad lo ayudó a conseguir un aprendizaje con el alcalde.

Su madre sonrió mientras ajustaba su ropa pensando sobre lo que pasaría a continuación, después de todo, a sus casi diez años, el niño se había vuelto parte fundamental del pueblo, ayudando a los adultos a tratar con los sacerdotes durante primavera y otoño, y era esa habilidad la que necesitaba que mostrara ahora.

Pero primero... 'Mi niño, no seas tan necio con tus deseos...'

Dana rezó en su corazón para que su hijo superara ese extraño sentido de la responsabilidad que tenía y le impedía disfrutar su vida que, después de todo, estaba por cambiar para siempre.

Tres golpes sonaron sobre la ventana de madera, haciendo que la mujer rubia sonriera y se apresurara a abrir. Junto a la nieve y el frio dos hombres entraron en la habitación.

Ferd los miró con asombro en tanto se sacudían la nieve, apresurándose a la ventana para ver como habían entrado, sin encontrar nada que los hubiese ayudado a llegar al cuarto piso en el que se encontraban.

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora