SS. Eglantine: Recuerdos.

41 5 0
                                    

"Muy bien, eso es todo, los veré mañana."

Sus estudiantes salieron uno a uno del salón de clases, dejándola sola, terminando de guardar sus materiales. Debía apurarse e ir a comer.

La clase de giros, que también daba, comenzaría apenas terminara el almuerzo y ella no quería perderse la bendición de Dregarnuhr y faltar o llegar tarde.

Rozemyne se graduaba ese año, por lo que era su última oportunidad para presenciar la danza que realizaba. Eglantine en verdad no deseaba perderse ni una sola lección.

"¿Necesitas ayuda?", preguntó Anastasio, su esposo, entrando en el salón que ella usaba, listo para ayudarla y escoltarla como todos los días.

"Ya terminé." Dijo la joven rubia con una sonrisa permitiendo entonces que los asistentes entraran a recoger sus cosas.

Aceptando la escolta, recorrieron el camino hasta la puerta con el símbolo de Erwachlehren. Era la única villa que no usaba a un dios pilar, pero solo era el edificio de candidatos, por lo que tenía sentido, (aun si fue la villa de su prima por un tiempo).

Al pasar por la puerta un asistente los recibió y los guio hasta el comedor. La profesora Heidi ya se encontraba sentada. Se sentaron a la mesa y sostuvieron una conversación ligera mientras esperaban que sirvieran los alimentos.

Con solo tres personas, la mesa lucía casi vacía. Eglantine se había acostumbrado a comer con muchas personas dentro del ducado.

Mientras permaneciera en la soberanía, comería con menos personas. Cinco personas en realidad. Todos eran miembros de su familia, sus dos hermanos mayores, y su... ¿tía? ¿prima? No estaba muy seguro sobre su relación familiar con Heidi. No tenía sentido pensar mucho sobre eso. Ella era feliz mientras pudiera comer en un ambiente familiar.

La mujer estaba hablando sobre el bautizo de su primer nieto. Su hijo mayor era un archi erudito soberano que recientemente fue reubicado al servicio de Ferdinand.

Una joven asistente entró en el comedor, retirando el material de bordado en el que estaba trabajando.

"Milady, la profesora Briggita manda sus disculpas. Por cuestiones de salud no podrá asistir a su fiesta de té."

"Entiendo... comunícate con su asistente. Su salud es lo más importante. Puedo recibirla cuando mejore."

"Como ordene." Respondió la mujer, haciendo una ligera reverencia y saliendo del lugar.

"Lady Briggitta ha estado débil últimamente." Murmuró Eglantine.

"La bendición de Daoareben ha sido larga para mi hermana mayor, pero no es eterna." Respondió Heidi con un suspiro oculto tras su taza de té. "El príncipe Ferdinand llegó a tiempo para dejarla descansar." Agregó con una sonrisa.

"Ciertamente. Aunque mi hermano casi rechaza la solicitud. En realidad, fue Rozemyne la que aceptó por él." Ella no había estado presente en ese momento, pero había escuchado de su hermana Brunhilde la historia. "Por cierto, ¿Dónde está mi hermano?" cuestionó ahora que encontró un momento para hacerlo.

"El príncipe Ferdinand me envió una ordonnaz. Parece que la princesa Rozemyne tuvo un problema con su trabajo y eso lo retrasó debido a que era algo que no podía interrumpir." Explicó con calma Gudrun detrás de ella. Como archiasistente, la mujer no sabía que era eso, pero como hija de antiguos candidatos y hermana de uno, también sabía que no debía preguntar o pedir más detalles. "Del profesor Galtero no tengo noticias."

El joven matrimonio asintió. Tenían una idea de lo que había pasado, principalmente porque Galtero acompañó a Ferdinand al aula. Sus ojos se posaron en la mujer que los acompañaba, después de todo, ella había aceptado por su hermano mayor esa visita.

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora