SS. de Damuel: Amado de Verbergen

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En este tejido Damuel fue bendecido con dos bellas esposas, amables y amorosas, por lo que su sufrimiento tenia que salir de otro lado

Espero que disfruten de este pequeño SS que cuenta como y porque Damuel termino junto al sequito de Ferdi sin que nadie notase que habia algo extraño 

***

Pocas cosas hacían a su señora perder el control, o en realidad solo era una y ni siquiera era una cosa, sino una persona. Su prometido.

Ferdinand era un niño del templo, o eso se decía. Damuel sabía que originalmente era un plebeyo. Aun recordaba al niño de cabello azul cielo y ojos dorados que corrió dentro de los muros cuando un trombe apareció. Ese niño que debía tener su edad no había dejado de dar miradas furtivas hacia los guardias como si esperara que lo detuvieran. Se habían chocado y le había preguntado donde estaba el templo, aun si el pequeño con ojos de sol pareció olvidarse de él demasiado pronto.

A diferencia de él, resultó difícil no verlo, ya que llamaba mucho la atención. Vestía como los niños del sur, pero se movía con la misma elegancia que los mercaderes.

Casi lo había olvidado cuando volvió a verlo en el templo. A diferencia suya y su entrada en la nobleza, se proclamó que Ferdinand tenia familia. Como nobles eran compañeros y amigos, al menos hasta que el niño venido de solo los Dioses sabían dónde fue adoptado como un candidato.

Damuel disfrutó de llamarlo amigo y disfrutó el tiempo que lo llamó señor.

Lo admiraba.

Quizás por eso en secreto anhelaba el enlace de su lady con su prometido, para poder volver a servirle a través de ella y, quizás por eso, cuando su señora se alteró tanto al descubrir que alguien intentaba dañarlo, Damuel fue el primero en ofrecerse para investigar. Lo que no esperaba era que su señora le obligara a entrar al séquito del actual primer príncipe en silencio, retirándole el amuleto de Anhaltung que ayudaba a que otros lo notaran.

"Milady, el príncipe Ferdinand me cuestionará qué hago ahí, ¡yo no soy parte de su séquito!"

Su señora solo sonrió. Una sonrisa burlona, una que le había visto poner varias veces como si estuviera preparándose para una broma o la caída de alguien en las alturas. Desde que era niña, su lady tuvo pocas o nulas expresiones, excepto cuando se trataba de su prometido. Esa sonrisa en específico la dedicó a pocas personas, y siempre antes de orquestar su fin.

El joven de cabellos castaños no pudo evitar preguntarse si su antiguo compañero del templo conocía el total de vidas sesgadas que la joven cargaba a sus espaldas por él. Muchos habían desaparecido, encontrando su futuro dentro de la torre blanca al albergar malos deseos o intentar pasarse de listos y oponerse a la casa ducal. Todos habían sido criminales peligrosos, lo sabía, sin embargo aun le inquietaba la facilidad con la que su señora conducía los hilos para obtener ese tipo de resultado. La Princesa Santa los usaba a todos a su alrededor, como si de simples piezas de gweginen se tratasen.

"No te preocupes, Damuel. Tú solo ve y comienza a trabajar con todos como si fuera lo normal. Estas suficientemente bendecido por Verbergen para qué nadie piense que hay algo raro."

"Al menos coménteselo. Insisto en que Lord Ferdinand lo notará." Pidió en un intento inútil de hacerla cambiar de opinión.

"No te preocupes por nada." Desestimó ella antes de llamar a Margareth y reajustar el trabajo de todos para adaptarse a la ausencia del joven.

A la segunda campanada de la mañana siguiente se despidió de sus esposas y se dirigió al despacho del príncipe Ferdinand. Las campanadas pasaron sin que nadie lo viera o notase su presencia.

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora