Cap49. Wiegenmichte y los Ditters

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"Por aquí, príncipe Ferdinand. La Suma Obispa lo espera."

"Gracias Mónica."

Esta era la primera vez que entraba en el Templo Soberano desde la noche de... mi educación de caballero. Ahora que podía observarlo sin la confusión de '¿Qué está pasando?' me di cuenta de que el lugar se veía bastante igual al Templo de Eisenreich. Sabía que tenían el mismo diseño, por lo que no era difícil encontrar el camino. Aun así, dejé que la joven me guiara.

Miré a la doncella gris frente a mí. Rozemyne se había llevado a todos sus grises al templo soberano, por lo que se sentía extrañamente familiar... a excepción de que yo no era el Sumo Sacerdote en este templo.

Seria de verdad agradable volver a usar túnicas azules, me sentía más cómodo con ellas, pero la ahora tercera reina no dejaba de protestar al respecto, diciendo que no era adecuado que mi novia y yo estuviéramos juntos en el templo.

Los sacerdotes, por otro lado, insistían en que ambos debíamos estar en el templo para poder garantizar el encontrar la sabiduría, en tanto padre dijo que sería mi decisión. Lo estaba considerando en serio, tanto las ventajas como las desventajas, más allá de mi propia comodidad. De todas maneras, ya antes existía el plan de llevarme al Templo Soberano.

En tanto Galtero seguía insistiendo en que yo debía ser el Sumo Obispo para poder liberar a Rozemyne.

Mi hermano menor estaba bendecido por Analthung de una forma extraña que no alcanzaba a comprender del todo. Las cosas que decía solían ser correctas, aunque su pensamiento no lo fuese.

Cuando me volviera Zent tomaría mi legítimo lugar como Sumo Obispo. Como debía ser. Rozemyne entonces podía volverse Suma Sacerdotisa o trabajar conmigo como obispa, lo pensaría después.

Mis pensamientos se cortaron cuando llegué a la puerta de la habitación. Para mi mayor desconcierto la doncella no llamó para permitirme pasar, tan solo abrió la puerta, revelando una pared negra que hace mucho no veía.

"Adelante."

Respiré hondo antes de cruzar el umbral. Me pidieron que viniera sin decirme nada, así que no sabía que esperar. En la nota con la que se me contactó, se me solicitó que fuera lo más discreto que pudiera al venir y que lo hiciera solo.

Rozemyne nunca abusaba de su autoridad, por lo que las preguntas seguían aumentando conforme los minutos pasaban.

"...muy amable, incluso con la mente nublada por el toruk, Lord Adalbert no me trató como los demás y, sé que no debería decirle esto, pero cuando todo terminó, él lloró, ¡lloró! Fue la primera vez que vi a un caballero derramar lágrimas pidiéndole disculpas a su diosa de la luz antes de comenzar a pedirme disculpas a mí también... estaba tan confundida y de cierto modo aliviada que en ese momento pensé 'no me importaría tener un bebé de este hombre.' Pensé que un hombre como él podría cuidar y rescatar a mi niña... Myne fue la primera hija que tuve. Pensé que su padre podría salvarla y yo iría a la pareja suprema sin arrepentimientos."

Me había quedado paralizado ante la escena frente a mí. Una mujer muy similar a Rozemyne, pero con otros colores, cabello platinado y ojos dorados pálidos, estaba sentada frente a mis tíos.

El tío Adalbert parecía avergonzado en tanto la tía Verónica no dejaba de estudiar a la mujer, pero no existía hostilidad ni dolor en su mirada. Podía ver un poco de rencor y recelo en sus ojos, pero lo que vi, lo que estaba más presente fue alivio y ¿orgullo? De verdad se había reconciliado con la idea del origen de mi novia.

Esa mujer fue la primera en percatarse de mí.

"Lamento la interrupción", dije con torpeza, confundido por la escena, buscando a Rozemyne con la mirada cuando me percaté de que ella no estaba aquí.

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora