Cap68. El enviado: Educando a una princesa.

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"¡Buenos días Diiiinaaaaaannnnnd!"

No sé qué fue lo que me despertó, si la vocecita saludándome canturreando mi nombre y soltando pequeñas risitas al final, el peso de la dueña de dicha vocecita o la sensación extraña en mi cabello.

"Buenos días, Rozemyne." Saludé sin mucha emoción, sentándome apenas Rozemyne bajó de mi pecho y de la cama sin dejar de mirarme con una mirada brillante y la sonrisa más grande y feliz que le hubiera visto a esta bebé desde que la alejé de su madre tres meses atrás.

Solté un suspiro cuando logré sentarme en la orilla de la cama, tallando uno de mis ojos y tratando de echar a andar mi cerebro. De pronto sentía completa admiración y respeto por cualquier madre o padre soltero de este mundo o de mi mundo anterior.

A lo largo de tres meses había tenido que perseguir a Rozemyne, corregirle de manera constante el agarre de la cuchara para comer y la tiza para escribir. Me había casi infartado un montón de veces al dejar de escucharla mientras la dejaba en una habitación para preparar comida, materiales de juego o incluso su ropa. La había perseguido desnuda, ya fuera seca o mojada más veces de las que quería admitir y no era para nada divertido que la hora del baño fuera un pleito constante entre el No quelo un baño y el No quelo salime.

Por fortuna alguien la había enseñado a ir al baño y a avisar, o de lo contrario me habría enfrentado al terror de los pañales. Solo tuve que asearla de sus propios desechos una vez que la chiquilla decidió llevarse unas flores a la boca que terminaron por soltarle el estómago, evitando que pudiera llegar a tiempo a la letrina en el exterior... '¡Perdóname si en el futuro no quiero tener hijos, Rozemyne!' pensé aquel día, mes y medio atrás, luego de batirlo todo al entrar en pánico. Jamás amé tanto el hechizo de waschen como en esa ocasión.

Ese día también decidí que no podíamos seguir viviendo en mi camper, por lo que construí una casa para dos. Era más pequeña que una mansión laynoble, más similar a las casas plebeyas de los plebeyos ricos en realidad. Cuatro habitaciones, cocina, comedor, baño interior. Originalmente diseñé para que solo fueran dos habitaciones, pero uno de los cuartos lo volví un laboratorio y el otro un estudio para Rozemyne.

Todavía tengo migrañas al recordar el problema que fue conseguir las puertas y ventanas. Los carpinteros y constructores no entendían porque no podían instalarlas ellos.

Por fortuna, el claro en el que nos encontrábamos, aunque estaba relativamente cerca de la biblioteca, era amplio y no estaba custodiado, lo que me daba un acceso perfecto al circulo de transferencia al ducado soberanía. Al ser un lugar casi desolado, no necesitaba preocuparme mucho por escondernos, la herramienta de ocultación y la herramienta de rango especifico fueron suficientes para mantenernos escondidos, lo cual era idóneo para mi yo actual.

Estaba exhausto porque en tres meses me había roto la cabeza pensando en cómo motivar a esta pequeña rapaz para aprender números y letras, modales, nobles saludos y despedidas, entre otras cosas.

Hoy, además, nos tocaba practicar un poco de esgrima, así que esperaba que mis espinillas no fueran lastimadas de nuevo en medio de un berrinche.

"¡Dinand es taaaaan liiiiindo!" canturreó Rozemyne, haciéndome sonreír en medio de la niebla provocada por mi mal dormir. Devolverla a su cama cada noche... dos o tres veces, me estaba pasando factura. Lo más sencillo sería dejarla a mi lado, pero de sobra sabía los problemas que le causaría eso si no aprendía a dormir sola.

"Gracias. Rozemyne también es linda." Respondí, sonriendo más al verla saltar y dar vueltas con las manos en alto, demasiado feliz. Fue entonces que me pasé una mano por el cabello al sentirlo... extraño.

El ascenso de un científico loco, ¡Descubrire como funciona el mundo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora