El cliente especial
Mi trabajo es muy tranquilo, tal vez es el más tranquilo que existe, solo tengo que vender libros; pasé de ser una clienta frecuente a ser una empleada de la señora Tiana, lo único que detesto de hacer mi trabajo, es sonreír constantemente y atender con la máxima dulzura posible a los clientes, sin importar que actúen como unos imbéciles conmigo.
―Que tenga buen día, muchas gracias por visitarnos ―me despedí de una señora que pidió un libro sobre plantas medicinales.
―Muchas gracias, jovencita, que Dios la bendiga.
Cuando por fin salió de la tienda, suspiré de alivio y pude relajar un poco mi cara, me duelen las mejillas, volví al escritorio y me senté; se escuchó la campana de la puerta, maldición, vuelvo a ponerme de pie, pero esta vez esbozo una sonrisa con sinceridad y alivio al darme cuenta de que se trata de Natalia con un café y una bolsa de pan, había esperado tanto ese pedido, no pude desayunar antes de venir.
―¿Cómo va todo? ―dijo ella, luego añadió―: Adivinaré, te levantaste tarde otra vez.
―No te equivocas, mi celular se apagó por la noche y no sonó mi alarma, tuve ganas de estrellarlo esta mañana, lo tengo cargando en este momento. ―Apunté un banco de madera que está en un rincón, el cual, tiene mi celular―. No lo he podido utilizar hasta ahora.
Saqué algo de dinero del bolsillo trasero de mi pantalón, conté las monedas y los tres billetes, cuando verifiqué que todo estuviese completo, le pagué a Natalia, pero la frené un rato, ya que estoy aburrida y quiero hablar, aunque sea unos pocos minutos.
―¿La cafetería está llena? ―pregunté mientas rasgaba la envoltura de la bolsita de azúcar para mi café.
―A esta hora no hay muchas personas, ya que se acerca el medio día, ya sabes, no comes postres y panes para el almuerzo, eso va de último. Por cierto, ¿cuántos libros vendiste el día de hoy?
―Alrededor de seis, por el momento. La señora Tiana anda enferma.
―Con razón no te acompaña el día de hoy ―dijo Natalia―. Menos mal que no tienes que hacer mayor cosa.
―Gracias por tu consuelo ―dije con sarcasmo―. Pero de cierta manera, tienes razón. Por cierto, uno de mis clientes era un chico muy lindo, totalmente mi tipo, creo que debes saber quién es, es Daniel Díaz.
Natalia volteó los ojos y luego dijo:
―Sí, ya sé quién es, es el hijo del zapatero, don Javier.
―Sabes que no es fácil encontrar chicos con mis requisitos en este pueblo. De tantos hombres jóvenes que hay, no puedo creer que solo encontré... ―Intento contar con los dedos.
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El rostro de Icarus
Teen FictionEn un pueblo tranquilo, vive Denise, una chica que está harta de su entorno y cotidianidad. Trabaja en una librería reconocida, pero ella desea salir de allí y conocer más allá de su pueblo, alejarse de todas las personas que considera aburridas. ...