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La propuesta

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La propuesta


Un fin de semana común, era el día de la limpieza en casa, una costumbre que adopté en Parvus para no tener el departamento tan desastroso, por otro lado, mi madre está en la iglesia. Le envié un mensaje a Icarus dando mis excusas, a lo cual, pareció comprender, bueno, en ese aspecto, no he visto a alguien más comprensivo que él. De todos modos, saldré con Icarus esta tarde a comer helado, ¿eso contaría como una cita? Es decir, los hombres suelen invitar a comer helado en la primera cita.

No se me quita de la mente las miradas un tanto inquietas de Icarus, no sé a qué se deberá eso y admito que a veces me pone nerviosa, esperando alguna respuesta de su parte que nunca llega.

Mientras limpiaba la casa de forma diligente, apareció Uriel, quien me contó muy emocionado sobre su trabajo y que iba a comprarse una casa en este mismo vecindario, supongo que quiere estar cerca de nuestra mamá para no dejarla abandonada, de todos los hermanos, Uriel era el más apegado a nuestra madre, lo más probable es que ella esté en su futuro contrato matrimonial ―si es que se casa algún día―.

―¿Recuerdas la casa de la señora Tabatha? ―me preguntó Uriel mientras me ayudaba con el almuerzo―. Está en venta, la vi no hace mucho.

―¿Por qué quieres una casa con un patio tan grande?

―Porque quiero tener un perro, además, hay más espacio para que nuestra madre convierta una gran parte en su jardín.

―¿Por qué no le pides que se mude contigo? ―Empiezo a cortar tomate, mirando lo que estoy haciendo para no cortarme un dedo.

―Ella no va a querer salir de aquí, así que es más preferible que yo me mude cerca. ―Al terminar de pelar la zanahoria, Uriel agarra la tabla más pequeña y empieza a picarla―. Por cierto, Denise, ¿sabes cuál es el día libre de tu amiga?

Frunzo el ceño ante la pregunta de mi hermano.

―¿Cuál amiga?, ¿Natalia?, ¿por qué quieres saberlo?, ¿te gusta?

―¿Qué?, no, no me refiero a Natalia, recuerda que la conozco desde que eran unas niñas. Me refiero a Helena, la que trabaja en la tienda de Laila.

Mis cejas se alzaron y dejé de picar el tomate, ¿así que Uriel también le gusta Helena?, ¿la atracción es mutua? Es algo que no me esperé, ¿acaso Laila era una bruja vidente o era la encarnación del mismísimo cupido? No entiendo cuáles eran las razones para que mi hermana creyera que Helena y Uriel fuesen compatibles, pero tal parece que le funcionó.

―No puede ser, ¿te gusta Helena?

―Me cae bien, tenemos gustos un poco similares, estaba pensando en invitarla a salir para conocernos un poco más, pero no sé si quiera eso.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora