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Campo de girasoles

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Campo de girasoles


El viento sopló un poco fuerte, revolviendo mi cabello, haciendo que varios mechones impactaran en mi rostro. Icarus y yo caminamos cerca del San Bernardo de su abuela, no me despegué del brazo de Icarus, aún sentía nervios por ver a un perro tan grande. Me concentré en mirar a Nube en todo el camino, vigilando sus acciones, que no me he percatado de mis alrededores.

―Quiero mostrarte algo ―me dijo con un tono de voz grave y serena.

La presencia de Icarus hace que me sienta un poco más segura, incluso su voz me relaja en muchos aspectos. Él aparta algunos mechones en mi cara con cuidado, sostiene mis hombros y me da la vuelta. Tanto mis ojos como mi boca están abiertas, dentro de mí se removió algo que me hizo sonreír, lo que estoy viendo es un campo de girasoles.

―Es hermoso ―expreso, sintiéndome hipnotizada ante el maravilloso paisaje.

Los girasoles crecían a gran altura, probablemente las flores se ubicaban más alto que yo, el viento las movía de forma leve. Saqué mi celular del bolsillo del abrigo, con toda la emoción del mundo, lo desbloqueé, busqué la cámara para luego tomar fotos del campo de girasoles.

―Este campo de girasoles fue un regalo de mi abuelo hacia mi abuela ―explica Icarus―. Es cierto que hay que volverlos a plantar cada año, dentro de poco empezarán a marchitarse.

El saber que esas hermosas flores iban a perecer y a secarse pronto, hizo que me sintiese un poco triste, pero supongo que es parte del ciclo de la vida de un girasol.

―¿Tu abuelo le regaló un campo de girasoles? ―Lo miré de soslayo.

―Mi abuelo le gustaba hacer las cosas en grande a la hora de darle regalos a mi abuela. ¿Para qué regalar un ramo de girasoles si podía comprar un terreno para plantarlos? ―dice con cierta emoción en su tono de voz.

―Tu abuelo debió amar mucho a tu abuela.

―Fue la madre de sus diez hijos, lo que menos podía hacer era amarla ―comenta.

―Sigo sin terminar de procesar el hecho de que tu abuela haya tenido diez hijos.

Icarus se encoge de hombros, sin borrar esa encantadora sonrisa, muestra un poco sus dientes al hacerlo, lo cual, ilumina su rostro, haciéndome enfocar en ella en vez de sus cicatrices.

Salgo de mis pensamientos y se me viene a la mente el tomarme fotos con el campo de girasoles, no me basta con solo tomar la foto del paisaje.

―Icarus, ¿puedes tomarme una foto? ―Le doy mi celular, él no se niega, recibe mi celular con cierto cuidado.

Intento arreglarme un poco el cabello, no tengo un espejo para verme, pero intento intuir en cómo se encuentra mi aspecto, desearía tener una mejor vestimenta para la foto. Icarus da dos pasos atrás para dar una mejor toma ―o eso supongo―, en cambio, yo hago una pose básica, con las manos en los bolsillos, incliné las piernas y ladeé la cabeza.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora