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El vestido blanco de Denise

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El vestido blanco de Denise

Recuerdo haberme quedado sin palabras ante Natalia, ella, por su parte, además de compartir mi incomodidad, no parecía enojada, solo no se podía creer lo que pasó. Ella me acompañó hasta la entrada de mi casa, con una mano en la frente y una expresión de consternación, me dijo:

―Perdón por reaccionar así, me tomó todo por sorpresa. El lunes hablaré contigo sobre esto. ―Se cruzó de brazos―. No te preocupes, no le diré a nadie sobre lo que acabo de ver, pero por lo menos necesito una buena explicación.

Bueno, es razonable, me acabo de besar con el hombre con el que casi le juré qué no me interesaba como algo más.

Sin decir nada más, ella se despide de mi madre y es buscada por su padre, yo me quedé sin mucho qué decir, solo volví a la reunión. Mis primas estaban más calmadas, hablando entre ellas, mis tíos también; en cambio, mis primos bromeaban constantemente con mis hermanos, en especial a Alexander.

Bajo la mirada de algunos de mis familiares, me sentí expuesta, como si ellos también me hubiesen visto besando a Icarus, de repente me sentí enferma.

Mi madre se acercó a mí, con ojos preocupados ante mi expresión.

―¿Te sientes bien, Denise?, te ves muy pálida ―me dice mi madre mientras toca mi mejilla―. Estás sudando frío.

Sonreí de forma forzada.

―No te preocupes, mamá, estoy bien ―casi me tiembla la voz.

Mi madre no parecía muy convencida de lo que dije, pero no me molestó más sobre mi expresión de angustia.

―Muy bien.

No hablé mucho, creo que mis familiares se dieron cuenta de mi bajón de ánimo. Alexander se sentó a mi lado y me rodeó mis hombros con su brazo, algo que siempre hacía cuando yo era una niña llorona que necesitaba de su consuelo. Con una voz dulce, él me pregunta:

―¿Qué le ocurre a la cumpleañera?

―Nada, Alex, solo estoy un poco cansada ―respondo.

―¿Tan pronto?, normalmente te duermes tarde. Vamos, dime qué te pasa ―me anima.

―¿No ves, Alex?, anda desconsolada porque su novio ya no está en la fiesta ―bromea el primo Luis.

―¡Hey, atrevido! ―señaló Alexander entre risas―. Mi hermana está muy joven para ser la señora de Cadín.

Fruncí el ceño y se me aceleró el pulso, estoy enojada por las bromas de ellos, pero admito que estoy un poco... no sé, la verdad no sé si esto lo que siento es emoción, lo cual, sería absurdo, ya que no planeo casarme, por el momento.

―Icarus y yo somos amigos ―alego.

―¿Y eso qué? ―pregunta mi tía Susana―. María y Dante también fueron amigos y creo que no necesito explicar cuál fue el resultado de esa amistad.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora