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La casa de la colina

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La casa de la colina


Creo que me dejé llevar un poco. Lo admito, soy demasiado impulsiva, primero hago las cosas y luego las pienso, esa es una de las razones por las que me meto en problemas. Por culpa de mi impulsividad, le he cortado el cabello a una compañera de clases en primaria. Creo que necesito tratar de eso con un profesional.

―¡Hey! ―saludo.

Icarus, quien estaba de espaldas bañando a su caballo con un balde de agua, pareció alarmarse, agarró la máscara que estaba en un taburete, se la colocó, dio un suspiro y se volteó, a pesar de no ver sus cejas, me lo imagino con el ceño fruncido en estos momentos. No lo culpo, yo también lo haría.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó, sonó precavido.

―Ah, por nada, solo quería quejarme, ya sabes, tu caballo ensució mi ropa al bajar al pueblo, lo normal. ―Me crucé de brazos y fingí molestia por el asunto, bueno, estaba cabreada, pero la emoción disminuyó cuando subí el sendero de la colina―. Tuve que salir temprano del trabajo al verme poco presentable.

Ya me dieron ganas de arrojarme por un risco por la vergüenza. Ahora, entiendo por qué mi madre ya no me reprende tanto, se rindió conmigo.

Él se enderezó, admito que se ve imponente por la altura, pero será mejor controlar mis emociones de conejo miedoso.

―Perdón, debí estar más atento con Rocinante.

Me sorprende el hecho de que se disculpe tan rápido, a mí no me nace hacer tal cosa, siento que perderé mi orgullo, sin embargo, Icarus parece no perder ni un gramo de dignidad al disculparse, todo lo contrario, parece verse más digno que cualquier persona que haya conocido.

―Bueno, en fin, ¿por qué Rocinante corrió hasta el mercado? Dijiste que se asustó con algo, pero ¿con qué?

La verdad no sé qué decir, ni siquiera debería estar aquí, me ganas de tirarle del cabello a Patricia, parece que me motivaron a hacer estupideces. Por suerte, no me he desquitado con la Patricia real.

Él dejó salir aire, me da la impresión de que es un soplido de buen humor ante el asunto, aunque tal vez mi percepción no sea del todo correcta en este caso, bueno, supongo que ando un poco alterada. Puso sus manos en la cintura, anda en franelilla, puedo ver con claridad sus bíceps, incluso cómo la tela blanca se pegó a su pecho y abdomen.

―Para poder bañarlo más rápido, usé la manguera de agua, él creyó que era una clase de serpiente y pues... ya viste ―dijo agarrando un trapo que estaba en el mismo banco en la que estuvo su máscara.

―Espera, déjame ver si entendí. ―Intenté reprimir una risa, en el proceso, hice una mueca extraña―. ¿Me estás diciendo que tu caballo, que es muy, pero muy grande, se asustó con una manguera de agua y por eso corrió hasta el mercado?

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora