Abandono
Es un día de trabajo común, me sentí con mejor ánimo para atender a los niños, miro sus caritas y me enternezco cada vez que me quieren contar algo irrelevante que solo un niño pequeño le hallaría tal importancia: como que su compañero de clase tenía una pelota de puntos azules, que la abuela les dio galletas con mermelada el domingo, sobre el primo con el que siempre juegan...
Es un día festivo, no trabajo hasta tarde, ya que mi primo sale temprano, pero de todos modos tengo que supervisar a los pequeños, sobre todo a Antonio, quien se está llevando cualquier cosa a la boca. Me sorprendió ver a Luciana llegar a las diez de la mañana a casa, me miró con el ceño fruncido y torció sus labios en una mueca como si hubiera olido algo que apesta, hasta que se encerró en su habitación.
A pesar de la presencia de Luciana en la casa, no se dignó a salir de la habitación a atender a los niños, lo cual, me hizo no querer irme todavía, no le puedo dejar la responsabilidad a una madre que no se preocupa por ellos. Valentino estuvo haciendo dibujos de sus series animadas favoritas, mientras Will estaba casi hipnotizado viendo Ben 10 en el televisor de la sala de estar; por otra parte, Antonio no se me quería despegar de encima, lloraba cada vez que lo bajaba, lo cual, me dificultó en hacerles la merienda.
―¿Qué te ocurre? ―le pregunto a Antonio, quien estuvo a punto de llorar porque lo puse en su andadera―. Hoy quieres estar encima, te estás volviendo muy mimado.
Recibí un mensaje de Raúl, al parecer, dentro de poco vendrá la tía Agnes a pasar tiempo con sus nietos, mi primo planeó ir a la feria con ellos para que se diviertan un poco.
―¡Valentino, Will, ¿ya fueron a vestirse?!
Cuando ellos caen en cuenta, dejan de hacer lo que están haciendo para correr a sus habitaciones, lo cual, me pareció muy tierno, aunque es frustrante que no capten una orden a la primera.
Mientras terminaba de hacer una ensalada de frutas con yogur para los niños, tuve que colocar un canal con música infantil, para que Antonio se entretuviera y por lo menos deje de llorar cada vez que lo coloco en su andadera. Al poco tiempo de colocar la música, la puerta de la habitación matrimonial se abre de forma abrupta, causando mucho ruido, haciendo que me sobresaltara; veo a Luciana con dos maletas en la mano.
―Agh, asquerosa música de mierda ―gruñó de mal humor, aunque vi sus ojos un poco enrojecidos, como si hubiese llorado con anterioridad. Agarra un sobre de manila y lo arroja a la mesa del comedor sin nada de delicadeza―. Dale esto a Raúl, espero que ya esté contento.
Ante eso, levantó la barbilla con arrogancia y arrastró las maletas fuera de la sala, se iba por el patio delantero, yo me quedé quieta, con solo el ruido de las ruedas en mi mente y el olor a perfume francés. Antonio empezó a llorar otra vez, a lo cual, tuve que volver a calmarlo, meciéndolo entre mis brazos. Mientras calmo al bebé, miro el sobre de manila en la mesa, me causa curiosidad el saber qué clase de documentos había ahí, pero lo mejor era que Raúl los viese primero.
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El rostro de Icarus
Teen FictionEn un pueblo tranquilo, vive Denise, una chica que está harta de su entorno y cotidianidad. Trabaja en una librería reconocida, pero ella desea salir de allí y conocer más allá de su pueblo, alejarse de todas las personas que considera aburridas. ...