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Lean la nota al final del capítulo, les tengo una sorpresa.

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El olor a lavanda


Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue ir despacio por el lugar, intentando que no se escuchen mis pasos, no quiero dar explicaciones y menos a mi madre, que, si me ve con una camisa de hombre puesta, va a enloquecer. Suspiro con alivio cuando logro pasar por la cocina sin ser descubierta, sin embargo, cuando entro al pasillo que conduce a mi habitación, me topo con Uriel, quien salió del baño con su celular en la mano, levanta la mirada y alza las cejas.

―¿Denis...?

Shh, habla más bajo, no quiero que mamá me escuche ―hablo en voz baja.

―¿Por qué te quieres ocultar de nuestra mamá? ―Él me mira con una ceja alzada―. ¿Estuviste con un hombre?

―Eso no te incumbe, Uriel.

―Soy tu hermano mayor, conozco toda la ropa que te pones, obviamente no tienes camisas azules así de grandes.

―Me quedé en la casa de Natalia y ella me prestó ropa de su padre ―mentí―. Recuerda que la ropa de ella no me queda.

Uriel suspira, dudo que me haya creído, Natalia es más baja que yo, sus camisas no me quedarían tan cortas a comparación de las que me puedo llegar a poner, obviamente hay una falla en mi mentira.

―¿Crees que soy estúpido?

―Uriel, por favor, no digas nada, te juro que nada pasó, solo me prestaron una camisa.

―¿Y por qué se lo quieres ocultar a nuestra mamá? Si no pasó nada malo, no hay qué ocultarlo.

―Sabes que ella no le basta con una explicación así.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora