Extra 1

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Capítulo extra narrado en pasado, también narrado por Icarus

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Capítulo extra narrado en pasado, también narrado por Icarus.

La ironía de la vida


Mis brazos se sintieron adoloridos el día de hoy, la madera de este roble es más dura de lo que imaginé, pero hago todo lo que puedo para reducir el tamaño del tronco, tal vez termine el trabajo en casa. Muevo los hombros y cuello para aliviar un poco el dolor de mis músculos, los he estado forzando ―más de lo usual― últimamente, dentro de unos meses será invierno, los del pueblo siempre intentan almacenar leña todo el año, para no pasar tanto frío, supongo que ser el único leñador del pueblo tiene sus desventajas.

«Dentro de poco tendré qué pedir algo de ayuda», pienso mientras me seco el sudor de mi frente con la manga de mi camisa, mis cicatrices me dan un poco de comezón, pero es algo de lo que ya estoy acostumbrado, siempre lucho con mis incontrolables ganas de rascarme, la última vez que lo hice, me hice pequeñas heridas con mis uñas que terminaron siendo más irritantes que la propia comezón.

―Creo que ya es todo ―le dije a Rocinante, sé que él no entiende todo lo que digo, pero tengo una necesidad de hablarle, aunque sé que no tendré ninguna respuesta.

Uso la rampa de la carreta para poder subir los trozos de tronco, hoy talé dos pinos tan grandes que tuve que optar por atar todo lo que llevo en mi carreta para que ninguno se caiga de camino a casa. Guardo mi arnés de seguridad, junto con el casco y la motocierra. Ato nuevamente a Rocinante en la carreta, quien toca la palma de mi mano con su hocico, pidiendo una caricia como es de costumbre.

―Tu pelaje está un poco largo. ―Palmeo su lomo y me subo a la carreta―. Pero creo que no necesitas cortarte el pelaje, dentro de poco hará frío.

El viento en mi rostro hizo que la comezón de las cicatrices minorara a diferencia de la espalda. Un recuerdo fugaz invade mi mente y sonrío de ironía, cuando estaba más joven, mi madre luchaba conmigo para que me bañara seguido, después de obtener estas cicatrices en mi cuerpo, me baño dos veces al día y uso cremas para la comezón, también me volví una persona obsesionada con la limpieza desde que empecé a vivir solo. A veces limpio dos veces seguidas la misma cosa tras la necesidad de distraerme, sin importar lo adolorido que esté mi cuerpo.

Al llegar a casa, desato a Rocinante, le doy un bloque de sal formulada y me encargo de bajar los troncos para meterlos en el almacén que se encuentra detrás del establo. La intensidad de la comezón se me hace casi insoportable, así que entro a la casa, saco mi celular del bolsillo y miro la hora.

«Falta poco para que cierren la librería.»

Hace tiempo que quiero realizar un pedido a la librería, pero pocas veces salgo temprano de mi trabajo como para hacerlo. Suspiro, bebo algo de agua del grifo y me voy a mi habitación. Tras la indecisión entre llamar a la librería ahora o después de mi ducha, terminé optando por la primera opción mientras me quitaba mis prendas empapadas de sudor. Marco al número de la librería, pongo el celular en mi oreja, con mi mano libre me aflojo el cinturón.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora