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Cruzando la línea, otra vez

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Cruzando la línea, otra vez


Es un sábado laborioso, me tocó hacer doble turno, normalmente salgo a las 4 o 5 de la tarde, el clima está tan frío que me he puesto guantes y he bebido cosas calientes cada vez que puedo. El día estuvo nublado por completo, amenazando con llover, algo que no pasó en todo el día y dudo que pase, ayer ocurrió lo mismo.

Cada día se sintió igual de rutinario. Cerré la tienda a las 5, me subí a la bicicleta y pedaleé, esta vez, me detuve después de dos cuadras, mirando el camino recto que me conduciría a la colina, doy un suspiro de añoranza y me quedo pensativa.

«¿Y si solo lo saludo?», me pregunté, después de todo, Natalia me dijo que podría verlo de vez en cuando, ya han pasado más de dos semanas que no lo veo, ni siquiera he ido a misa para acompañar a mi madre por vergüenza. Doy una calada de aire y me llené de valor, a pesar del sendero oscurecido, pedaleé con precaución. Me animé a mí misma a no retroceder esta vez, diciéndome que solo iba a saludar un momento y luego me iría.

Cuando llegué a mi destino, intenté subir la colina, ignorando el temblor de mi cuerpo y mi evidente temor al saber que todo estaba oscureciendo, ¿fue buena idea ir a su casa a esta hora? No lo sé, pero no puedo echarme atrás. Intenté mantenerme firme mientras subía, por lo menos llevo puesto zapatos adecuados para subir, aunque creo que la zuela es tan delgada que puedo percibir el frío de la tierra.

Cuando llegué, escuché parloteo de varias voces masculinas proviniendo dentro de la casa de Icarus y una gran moto con una carretilla en la parte de atrás de esta. Me quedé quieta por un momento y me acerqué a su casa con sigilo, veo a Rocinante en el establo, está tranquilo, así que eso también me calma. Rocinante bufó y olisqueó mi cabello cuando me vio, yo le sonreí y le dije:

―Cuánto tiempo sin verte. ―Acaricié su hocico.

Cuando coloqué mi bicicleta en la parte techada del establo, doy un suspiro y me lleno de valor para ir a la casa de Icarus, mientras escuchaba risas y frases de despedida. Iba a tocar la puerta, pero esta es abierta antes de mi acción, veo a un hombre apuesto, de cabello castaño y ojos azules, sus facciones me hacen pensar que el hombre tendría alrededor de 23 años. Antes de que el hombre pueda preguntar algo, digo:

―Soy la amiga de Icarus, vine a verlo.

―Eneas, partiamo subito. Sei l'unico che ha bevuto a malapena! ―dijo otra voz masculina, en un idioma que parece ser italiano, se asomó a la puerta y me vio con ojos muy abiertos y un poco vidriosos―. ¿Quién es ella?

Puedo detectar el olor a alcohol.

­―Es amiga de Icarus ―le responde con voz ronca.

Amica o fidanzata? ―preguntó en voz baja.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora