Czardas
Tuve cita en el ginecólogo en mi día libre, mentiría si dijera que no me sentí incómoda. ¿Qué puedo decir?, era la primera vez que iba a un ginecólogo y no tenía ganas de que un desconocido mirara mis partes íntimas.
Samuel Torres, así se llama el ginecólogo, un señor de aproximadamente cuarenta años, lo que más me dio curiosidad, era que su escritorio estaba lleno de figuras de origami. Al notar mi nerviosismo ante sus preguntas sobre mi cuerpo, sacó una foca de hule que pareció rellena de algún tipo de harina y me la dio, para que apretara el muñeco para tranquilizarme.
―Primera consulta, ¿no? ―me preguntó.
―Así es. ―Apreté la foca, luego la miré por un rato.
―Se nota. Sé que estás nerviosa, y si quieres, puedes tener el muñeco contigo cuando haga la revisión. ―Esbozó una sonrisa amistosa, haciendo que mi tensión se minorase.
Yo asentí como respuesta. Hubo más preguntas que se me hacían un poco incómodas, pero que terminé respondiendo con facilidad gracias al carisma del señor Samuel.
Tuve que desnudarme en el baño del consultorio y colocarme una bata azul, respiré para encontrar algo de valor en mí. Pasó demasiado tiempo desde que un hombre me ha visto sin sujetador... En fin, me acosté en una camilla y coloqué los pies en unas cosas plásticas a los lados de la camilla. No me aparté de la foca en ningún momento, me ayudó a relajarme.
El señor Samuel estuvo hablando en medio de la revisión, por alguna extraña razón, eso me ha tranquilizado más. A veces me preguntaba cosas cotidianas, incluso me preguntó sobre Icarus, al que yo llamo como prometido frente a todos, algo que no creí que iba a disfrutar tanto. Ese mismo día, me contó que sus abuelos maternos querían conocerme, lo mismo con sus tíos y primos. Icarus sabe a la perfección que Paris vino a verme y no pareció preocuparle eso.
Después de acabar con esa consulta, a pesar de que me sentí extraña, no fue tan malo como creí.
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Me sentí tan nerviosa el saber que iba a conocer a los Ochoa, que me puse diferentes prendas. Sentí una agitación en lo más profundo de mi ser, como si mi propia sangre estuviese temblando desde mi corazón hasta las venas que me recorren todo el cuerpo. Al final, elegí usar una camisa manga corta de color rosa salmón; unos pantalones azul marino y unos botines negros. La verdad no sé si es una forma adecuada de vestir a la hora de ir a esta cena familiar de Icarus.
Me dejé el cabello suelto, lo cepillé con diligencia para quitar algunos nudos. Me miré al espejo y pasé las yemas de mis dedos por mi mejilla derecha, ¿y si mi apariencia no les gusta? Es decir, soy bonita, pero para las expectativas de este pueblo, no lo era tanto, ya que el color de mi piel era sinónimo de enfermedad o lucir como un cadáver; en Parvus era otra cosa, allá estaban acostumbrados a publicidad en la que usaban figuras de modelos extranjeras.
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El rostro de Icarus
Novela JuvenilEn un pueblo tranquilo, vive Denise, una chica que está harta de su entorno y cotidianidad. Trabaja en una librería reconocida, pero ella desea salir de allí y conocer más allá de su pueblo, alejarse de todas las personas que considera aburridas. ...