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Agobiante y hermosa Parvus

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Agobiante y hermosa Parvus


El tráfico es un desastre, el ruido incesante de las bocinas de los autos y la multitud de padres recogiendo a sus hijos eran parte de mi estresante día a día. Aguantaba las ganas de golpear mi cabeza contra el volante, quién sabe si lo terminaba dañando por error, después de todo, este auto no es mío.

Me asomo por la ventana para ver a los niños que salen.

―Tía, tengo hambre ―me dice el niño que está en los asientos traseros del auto―. ¿Cuándo sale Valentino?

Suspiro, manteniendo la calma, no quiero desquitarme con un niño pequeño, tengo muchas cosas por hacer el día de hoy, tengo que prepararme para mi último proyecto para el fin de año, graduarme de una maldita vez...

Nunca supe que la vida en Parvus iba a ser tan estresante, a veces los ruidos de mis vecinos no me dejan dormir las pocas horas de sueño que suelo tomar. Mis días son iguales, rutinarios y estresantes, mi cara tiene ojeras muy marcadas y a duras penas me arreglo, me veo tan descuidada.

―No lo sé, Will, solo no despiertes a Antonio.

―¿Por qué no puedo jugar con él?

―Ya te lo dije, Will, Antonio está muy pequeño para jugar contigo.

Me alivié al ver a Valentino salir de la escuela, era tantas las ganas de irme de ese lugar congestionado que ignoré el hecho de que el uniforme de Valentino estaba cubierto de barro. Abrí la puerta trasera con emoción, aunque coloqué un paño para que no ensuciara los asientos, siempre tengo uno.

―Hola, tía ―me saluda Valentino antes de cerrar la puerta―. Estuve jugando a la botellita con Franco y Wilson.

―Qué bien por ti. ―Intento moverme entre el tráfico y al final, logro respirar con tranquilidad al salirme de ese tumulto―. ¿No te dejaron tarea, Valentino?

―Sí ―lo dice con cierta duda, como si se le hubiese olvidado.

―¿Hasta cuándo tienes que entregarla?

―Hasta el viernes, es una exposición.

«Bueno, menos mal y no me avisó un día antes», pienso para mí misma. El trabajo que me ofreció mi primo Raúl es el de cuidar a sus hijos; al principio, eran solo dos, hasta que nació Antonio hace casi un año, el cual, duerme plácidamente en su asiento especial de bebé, me alivia el hecho de que no esté llorando ahora.

Antes, creí que no pertenecía al pueblo, pero ahora pienso todo lo contrario, es cierto que me fascina la tecnología avanzada de Parvus, pero no leí la maldita letra pequeña, el cual, era el constante estrés. Trabajar y estudiar era una pesadilla, la universidad me queda muy lejos y solo tengo autorización de usar este auto para buscar a los niños, ya que la esposa de Raúl se enojaría conmigo; ¿desde cuándo esa mujer nunca ha estado de mal humor? A veces me pregunto por qué mi primo escogió a alguien como ella como para ser su esposa.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora