Epílogo

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Nuestra luna de miel duró cinco días en aquel lugar tan maravilloso, había un parque acuático que no estaba muy lejos de ahí, la comida estuvo deliciosa y las vistas del campo lleno de caballos salvajes me hicieron contemplar todo como una obra de...

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Nuestra luna de miel duró cinco días en aquel lugar tan maravilloso, había un parque acuático que no estaba muy lejos de ahí, la comida estuvo deliciosa y las vistas del campo lleno de caballos salvajes me hicieron contemplar todo como una obra de arte. 

Después de esos días, tuvimos que volver nuestra nueva cotidianidad. Rocinante parecía feliz de haber vuelto a su establo de siempre, por mucho que los establos del señor Iván son enormes y llenos de otros caballos, pero tal parece que Roci no es muy sociable. Y sí, fui bombardeada de preguntas por mis amistades y familiares con respecto a mi luna de miel, muchas de esas preguntas fueron incómodas.

Cuando volví a mi trabajo, estuve de muy buen humor y creo que los clientes se dieron cuenta de ello. Algunos me vieron con cierta gracia en sus miradas y solo dos o tres mujeres me miraron con el ceño fruncido, entre ellas, Patricia, quien me la había vuelto a topar y solo me miró de arriba abajo; si tanto les arruiné la oportunidad, no debieron perder el tiempo en hacerle ojitos con la esperanza de que él se les acercara al captar la indirecta o de pedirles a sus padres a que las ofreciesen a él como nuevo producto de negocio.

Es cierto que Icarus ya tiene mejor iniciativa que antes, pero muchas veces se muestra desinteresado a la hora de que alguien le haga señas para llamar la atención, sea hombre o mujer.

Una tarde, me reuní con Natalia en su casa luego de varias semanas sin habernos visto. Me invitó a tomar té en su patio trasero con algunas galletas de mantequilla caseras, el clima era bastante bueno para la ocasión. Tuvimos una charla trivial, donde hablamos de nuestros trabajos y algunas opiniones de noticias, incluso chismes. Sí, lo sé, parecemos señoras chismosas que se reúnen para hablar mal de los hijos de las demás.

—Por cierto, desde que llegué, no he visto a la señora Sarahí, ¿fue a Maro otra vez? —le pregunto, era extraño no ver la puerta delantera de la casa se la señora Sarahí abierta y con ella meciéndose en su silla.

—No, fue a una cita médica desde temprano —dijo con tono despreocupado—. Nada grave, solo exámenes de rutina. —Le dio un sorbo a su té—. ¿Qué tal el clima en la colina?

—No muy diferente al pueblo, aunque las noches son muy frías.

Tengo el consuelo de dormir con alguien que parece desprender calor por cada poro de su piel, Icarus era como una enorme almohada térmica y aunque no esté acostumbrado a tanto contacto físico, me deja ser su garrapata nocturna. En el patio trasero de la casa de Nati, noto una rejilla que parece proteger unos brotes aferrados a unas varas firmes.

—¿Están plantando uvas? —le pregunto.

—Así es, también tomamos precauciones para que Caramelo no se coma los brotes —dice, señalando al conejo inquieto que está saltando en círculos, rodeando una vara de acero que sostiene el techo enrejado del patio—. Siempre anda con hambre y es difícil enojarse con esa carita.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora