En un pueblo tranquilo, vive Denise, una chica que está harta de su entorno y cotidianidad. Trabaja en una librería reconocida, pero ella desea salir de allí y conocer más allá de su pueblo, alejarse de todas las personas que considera aburridas.
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Denise se reprende
Nuestras conversaciones fueron someras, algunas veces nos quedábamos en silencio, él no se subió a su carreta, estuvo conduciendo su caballo por las riendas, me sigue sorprendiendo el tamaño de ese animal y lo imponente que se ve.
«No cabe duda de que las cosas se parecen al dueño», pensé con una sonrisa en el rostro, aunque el caballo me parece igual de intimidante, se ve muy manso cuando interactúa con su dueño, pero quién sabe, tal vez solo se comporte bien con él.
―Hasta aquí está bien ―me dice él, haciendo que frenara mis pasos y lo mirara vacilante―. Yo seguiré mi camino, ya puedes irte a casa.
Yo miré que a unos metros se encuentra un sendero ancho de tierra que va a lo profundo del bosque, subiendo la colina, de seguro que conduce a su casa, no sé como será, pero me causa mucha curiosidad, lo más probable es que se trate de una cabaña.
―¿De verdad te vas? ―me quejé―. Pensé que estábamos teniendo una buena platica. Anda, déjame acompañarte un poco más.
Él se me queda mirando y dice:
―Apenas te estoy conociendo.
Ante eso, sentí un calor en mi rostro, mi mente me está reprendiendo, creo que no di una muy buena impresión; «de seguro que piensa que soy una mujer fácil, lo cual, apoyaría los rumores sobre mí» reflexioné con la vergüenza a tope.
―¡No es lo que estás pensando! ―dije apresuradamente.
Él ladea un poco la cabeza.
―¿Y qué es lo que estoy pensando? ―me pregunta con seriedad.
«¿Se está burlando de mí?», no es de extrañar, en estos momentos me siento ridícula.
―No es nada ―digo para esquivar la pregunta―. Bien, me despido, no pasa nada. ―Me crucé de brazos y miré a otro lado, con un gesto de indiferencia.
―Bien. ―Él sujeta bien las riendas de su caballo―. Que tenga buen día.
―Oye... ―Le freno, esta vez su mirada me pone nerviosa, como al principio―. Quería decir que... bueno...―Intento pensar en lo que voy a decir―. Que me gusta ser escuchada, eso es todo. Sé que puede parecer algo raro, pero...―No supe cómo terminar, así que me quedé callada.
―Entiendo. ―Él asintió―. Nos vemos.
―Nos vemos ―digo en voz baja, viendo cómo se va por aquel sendero, hasta desaparecer de mi vista.
Me toco el pecho, tengo ganas de golpearme, ¡obviamente debe pensar que soy una chica fácil o rara!, ninguna mujer normal de este pueblo sugiere pasear con un desconocido, tampoco le sugiere acompañarlo hasta su casa, mucho menos cuando esta casa está apartada del pueblo.