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El magnate del pueblo

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El magnate del pueblo


Fue un poco complicado hacer que Axel se aprendiera a comportar un poco con Icarus, si yo soy una persona imprudente y poco considerada, ¡Axel es mil veces peor de lo que soy! Me gustan los hombres directos y poco considerados, un poco crueles a veces, pero de que Axel se comporte como un imbécil delante de Icarus, ¡eso jamás!

―¿Por qué no paseamos un rato? ―propuse―. Antes de que me vaya a casa.

―Bien ―dice Icarus―. Pero solo será por una hora, tengo cosas qué hacer.

Sí, ya que, a diferencia de mí, Icarus no tiene a alguien que lo espere con la comida hecha, él me cuenta que su domingo es su día de limpieza exhaustiva, así aprovechaba su día libre, aunque no entiendo su gusto por la limpieza.

Axel tenía las manos en los bolsillos, mirando a Icarus con una ceja alzada, luego volvía a mirarme y hacía gestos que no pude interpretar bien.

―Bueno, será mejor que amarre a Rocinante mientras tanto...

―¡No, no, no! ―digo―. No lo hagas, solo vamos a caminar por un rato.

Icarus mira a Rocinante, luego vuelve su mirada a mí y dice:

―Está bien.

Veo que Axel parece muy interesado en Rocinante, le mira con atención, debe parecerle impactante el hecho de estar cerca de un caballo tan enorme, espero que esa curiosidad por el caballo le haga tener un tema en común con Icarus. Creo que no soy la única que se dio cuenta de ese hecho, vi a Icarus tensar las riendas de Rocinante, ya que Axel estiró la mano hacia él, pero recibió una reacción casi violenta por parte del animal, quien relinchó y dio dos saltos.

―¡Puto caballo! ―vocifera con furia―. ¡Me asustó!

Icarus calmó a Rocinante poniendo una mano en su cara, diciendo en voz baja Estoy bien, algo que me desconcertó.

―Él fue esquivo conmigo cuando intenté tocarlo ―le comento a Axel, quien estaba con su ceño fruncido―. Aunque no actuó de esa manera. ―Miré a Icarus en busca de respuesta.

―Perdón, Rocinante no suele ser así, debió haberse asustado ―dijo Icarus con un tono de disculpa.

―¡El asustado fui yo, mierda! Controla a tu maldito animal.

―¡Axel! ―rechisté―. ¡No te desquites con Icarus!, ¡debiste haberle preguntado si podías tocarlo!

Axel hizo una mueca de disgusto, escupió en el suelo, su cara está roja de la furia y no me miró a la cara, solo dijo:

―Genial, ¿de verdad eres la Denise que conozco?

Me quedé callada ante esa pregunta, miré a Icarus, me dirijo a él, apenada por la mala impresión, sé que Axel es alguien que no le importa comportarse como se le da la gana con la gente, pero tenía la esperanza de que se contendría con un amigo mío.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora