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Espantando pesadillas

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Espantando pesadillas


Cuando terminamos de ver la película, eran las 9 p.m., la lluvia no ha cesado y por suerte, el frío no caló tan fuerte en mi cuerpo gracias al calor que nos brinda la hoguera. Icarus preparó algo rápido para cenar, unos champiñones fritos rellenos de queso y de acompañamiento, un poco de leche caliente. Siendo sincera, detesto los champiñones, nunca me han gustado, me obligaban a comerlos desde pequeña, pero nunca los probé de la manera en la que él los preparó, incluso se me hizo delicioso.

A pesar de tener tantas cosas en su casa, él no poseía una mesa para comer, tal vez por el hecho de que no lo vio necesario, incluso creí ver una expresión de timidez de su parte al saber que no tenía un sitio adecuado para cenar.

―Hey, no te veas tan angustiado ―le digo al terminar de comerme el último champiñón―. Relaja tu cara, pareces enfadado contigo mismo.

Él relajó el ceño y por fin salió de su estado meditabundo.

―¿Me vi de esa manera?

Yo asentí. Él suspiró, miró por la ventana, con una mirada preocupada, tal vez por el hecho de que tiene la responsabilidad de cuidar de mí.

―Oye, Icarus, ¿en dónde voy a dormir? ―pregunto con curiosidad.

―En mi cama. ―Suspiró. Creo que casi me hago ideas hasta que él añade―: Yo dormiré aquí ―dijo, refiriéndose a la sala.

―¿No te será incómodo?

«Denise, cállate, pareciera como si quisieras dormir con él.»

―No es la primera vez que duermo en el sofá ―explica con naturalidad, luego se alza de la silla―. Puedes cambiarte primero. ―Recibe mi plato vacío―. Voy a limpiar un poco.

Yo asentí, me levanté del sofá y me dirigí al pasillo con pasos cuidadosos. Entré a la habitación de Icarus, encendí la luz, sigue impecable como siempre. Cierro la puerta detrás de mí, tomo una bocanada de aire antes de quitarme el vestido, me duele un poco la cabeza por la dona de mi cabello, luego me libré de ese peinado y de mi sujetador.

Me dirigí al baño, recordando lo que me espera, un agua tan fría que me calará los huesos y me hará tiritar como cervatillo recién nacido.

Cuando me miré al espejo, me horroricé de lo despeinada que me veo, tengo una maraña roja horrible en mi cabeza, parece cobre enredado, solo espero que mi cabello no se haya visto de esa manera mientras pasé la tarde con Icarus.

Como supuse, casi grito cuando el agua cayó sobre mi cuerpo, no soporto el agua fría, en estos momentos extraños el agua caliente de mi ducha, ni siquiera sé cómo Icarus puede soportar esta temperatura, ¿es porque es un hombre grande y robusto?, tal vez su contextura lo hacía soportar la temperatura alta, quién sabe. Luego mi mente hace click y empiezo a imaginarme lo que no debo, me imagino a Icarus en esta ducha, con el agua recorriendo su gran cuerpo, mi mente evoca su figura expuesta siendo acariciada por gotas, incluso imagino un suspiro ronco de su parte. Fui mucho más allá, lo imaginé aquí, conmigo.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora