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La máscara rota

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La máscara rota


El día en que volví a casa luego de conocer una parte de la familia de Icarus, admito que estuve feliz toda la noche, contándole todo lo ocurrido a mi madre ―algo que no hago, pero mi emoción fue más grande―; a pesar de que no ahondé en el tema sobre la familia de Icarus creyendo que era su novia, admito que esas confusiones a pesar de ser incómodas, fueron un tanto... agradables. Lo admito, me gustó la idea de ser algo más con él, aunque no tengo el valor suficiente como para decirlo.

El día siguiente marchó con normalidad, atendí unos cuantos clientes, buscando libros de estudio, dentro de poco comienzan las clases universitarias, una buena fecha para vender.

No me olvidé de desayunar, aunque Natalia vino a mi trabajo con un par de capuchinos. El que traiga su propio café significaba el hecho de que me iba a hablar de algo, así que me impacienté por el chisme. Después de nuestro saludo casual y de haber preguntado cómo iba mi día, Natalia por fin dejó los rodeos:

―Vi a tu ex con una mujer rara ―soltó mientras le daba un sorbo a su café―. Se nota que es de ciudad, no parece provenir de otro pueblo.

―A lo mejor es una amiga ―digo, me encojo de hombros, la verdad no me interesa el tema como creí.

―Debiste verla, no le vi ningún tatuaje visible, pero tenía las orejas tan perforadas que me dolió con verla. Tenía el cabello pintado de morado, aunque se veía un poco maltratado.

Bueno, Natalia es alguien que ama cuidarse su cabello, por algo está tan largo, brillante y sedoso, incluso yo tengo envidia.

―Debió decolorarse mucho el cabello ―le respondí, aunque nunca me he pintado el cabello, sé algunas cosas de ese mundo.

―A lo mejor, pero sé de unos buenos tratamientos para repararlo ―comenta, haciendo que yo volteara los ojos.

―Eres una maniaca con el cabello.

―Lo soy y con mucho orgullo ―dice mientras agita su cabello de lado a lado, como si estuviese en un comercial de Pantene―. Por cierto, cambiando de tema, ¿cómo te fue ayer con Icarus?

Cierto, ella fue de las primeras personas que sabía de nuestra salida el domingo.

―Fue agradable ―digo en un suspiro―. Su familia no es mala, no los conocí a todos, pero los pocos que he conocido son buenas personas. ―Es cierto que los recuerdos de ayer de mi tiempo con Icarus me evoca calidez y frustración a la vez.

―Ya confiésate de una vez, Denise ―me dice Natalia, como si supiera todo lo que ha pasado por mi cabeza.

―No me atrevo, Nati, no soy la mujer indicada, no soy... lo que él quiere para su vida.

El rostro de IcarusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora