𝕯𝖚𝖑𝖈𝖊

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Canción ideal: Cherry – Lana del Rey

El tiempo es relativo. Esa es una afirmación. Creer que el tiempo es una línea, es una estupidez, este es circular. No hay manera de determinar el comienzo ni el final del universo.

Entonces, ¿cómo se hace con la vida humana? Depende de la situación en la que una persona este para que el tiempo pase con más lentitud o rapidez. En ese caso, esa semana, la cual fueron 168 horas en total, pasaron demasiado rápido. Incluso para el gusto de la familia de Rafael.

Lo único que querían era más tiempo. El arma más poderosa y que no se puede controlar es el tiempo. Si así fuera, mucho dolor se podría haber evitado. O quién sabe, se pudo provocar más.

Así que, esas 168 horas no fueron suficientes para aprender absolutamente todo acerca de la vida de Iris, ni para contar cada detalle que Liliana vivió en ocho años. Sabían lo suficiente y solo eso; las cosas buenas.

Querían que el taxi tardara más en llegar al departamento de Carlos, incluso que no llegara y así perdieran el autobús que las llevaría de regreso a su hogar, pero eso no sucedió. La falta de tráfico hizo que el conductor manejara sin dificultad por las tranquilas calles hasta estacionarse frente a la gran familia.

Aunque eso sí, las horas sí fueron suficientes para que formaran lazos fuertes entre ellos, llevándolos a ser una familia. Una no convencional, con múltiples cicatrices, pero que el miedo de perderse los hacía amarse con mayor intensidad.

Rafael ayudó a subir todas las maletas dentro de la cajuela del auto, mantenía una expresión solemne. Casi con los ojos caídos, al igual que sus labios. Sabía que esa sería la última vez que vería a su familia en muchos meses.

Y como siempre, no le gustaban las despedidas. Por más simples que fueran, no le gustaba decir adiós a las personas que le importaban.

—Quita esa cara —dijo doña Hermelinda y posó su mano sobre el hombro de Rafael—. Nos volveremos a ver.

Le robó su frase, porque él era quien solía tranquilizarlas de esa manera, ahora era turno de la señora brindarle la calma que necesitaba.

—Queda algo lejos a donde iré y no sé si estoy haciendo bien al dejarlas solas una vez más —metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y fijó su mirada en Liliana. Sonrió levemente al ver que platicaba de algo con sus hermanas, y parecían estar emocionadas.

En serio quería irse. Empezar otra vez y hacerlo de la mano con ninguna otra persona más que ellas. Sin embargo, ese salto era difícil de dar cuando sentía que dejaba desprotegida a su otra misión.

Esa misión que le encomendaron desde que era pequeño.

—Tus hermanas ya irán volando poco a poco y creo que es hora de que vuelvas a vivir, hijito —llevó su mano para acariciar la mejilla de la manera que siempre lo hacía. Pudo ver cierto miedo en sus ojos—. Y llevas tanto tiempo sin vivir, hasta ahora. Nosotras estaremos bien, y no quiero que pierdas más por nosotras.

Rafael frunció el ceño de inmediato.

—No he perdido nada...

—Sabes a lo que me refiero —palmeó su mejilla—. Sé que estás pensando en que nos mudemos otra vez —sonrió al darse cuenta de que le atinó por como desvió los ojos—, que nos vayamos más cerca de donde estarán y yo te diré que estoy cansada. Veremos la manera de visitarlos siempre, pero nuestro hogar ya no está en el norte.

Hizo una mueca, ya que lo que le decía su mamá no tenía relación con lo que presenció un par de noches atrás.

—Pueden hacer un hogar igual al que tienen allá.

𝘾𝘼𝙍𝘼 𝙇𝙐𝙉𝘼 | 𝕽𝖆𝖋𝖆 𝕮𝕼 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora