𝕮𝖆𝖋𝖊

371 58 120
                                    

Canción ideal: Brillas - León Larregui 

Liliana lo escaneó con la mirada, sus ojos viajaron desde sus piernas hasta recorrer gran parte de su cuerpo y aterrizar en su rostro. Trataba de verificar que realmente se trataba de la misma persona y no era un delirio. Un escalofrío la recorrió y le puso la piel de gallina cuando sus ojos volvieron a encontrarse con los de Rafael.

Se trataba de la misma persona que amaba.

Él agradeció que estaba recostado en la pared, ya que, de no ser así, hubiera caído sobre sus rodillas al tenerla tan cerca. Estaban separados por varios metros de distancia, pero eso no impedía que su corazón retumbara en sus oídos y que se moría por estar a su lado.

Su cerebro estaba experimentando los mismos efectos que le ocasionaba una droga: la más poderosa de todas.

—Liliana.

Esto la hizo romper el contacto visual y prestarle atención a Martina, que tenía la vela prendida frente a ella.

—Tu veladora.

—Ah —acercó su veladora con la suya para ver como la flama se prendía.

De la misma manera en que su corazón comenzaba a calentarse con solo un par de ojos. No fue capaz de decirle a Martina de la presencia de Rafael, y solo dio un vistazo rápido para comprobar que él seguía mirándola. Trató de mantenerse firme durante toda la misa e incluso ignorar el hecho de que estaba ahí.

Solo cerraba sus ojos momentáneamente para tranquilizarse y no dejar que la mezcla de emociones la arrastraran. Debía de ser firme, sobre todo, porque tenía a alguien que proteger y esa verdad esperaba con gran expectativa salir a la luz de una vez por todas.

—¿Qué hace aquí? —susurró para sí misma.

No podía dejar de dar vistazos por pequeños momentos para verificar que siguiera ahí. Reflexionaba el hecho de que lucía tan diferente: no portaba las características joyas y la barba que adornaba su rostro lo hacía ver más maduro que antes. Incluso su elección de ropa ya no era para llamar la atención, sino que para ocultarse entre los demás.

Mientras que la misa transcurría, Rafael no prestó ni un gramo de atención a la oratoria, simplemente una lluvia de preguntas pasaba por su cabeza y la que más se repetía fue si era posible enamorarse de la misma persona dos veces. Los años debilitaron un poco los recuerdos que tenía de Liliana, pero al verla en carne y hueso —ya no fotografías ni vídeos—, podía afirmar con facilidad que era la divinidad en persona.

Lo mencionó antes, ella era la flor y él la abeja. A donde sea que fuera, él la seguiría como un tonto enamorado.

Cuando la misa terminó, Rafael se hizo más atrás para permitir que la gente dejara pasar el ataúd que fue llevado hasta las parcelas donde enterrarían a Ignacio. Observó como Liliana caminó detrás de Martina, no sin antes verlo de reojo. Trató de sonreírle, pero ella desvió la mirada antes de que pudiera hacerlo.

Siguió a los demás en silencio y se fue al lado contrario de donde estaban ellas. Volvió a esconderse entre las personas, aunque sin dejar de tenerla a ella como su foco de atención.

Liliana sostuvo a Martina cuando comenzaron a bajar el ataúd y olvidó por un momento que Rafael estaba ahí. Solo se permitió estar para su amiga, y cuando comenzaron a aventar tierra sobre el hueco, decidió contarle lo que sucedía.

—Está aquí.

—¿Quién?

—Él.

Eso fue suficiente para que Martina entendiera y apretara los dientes, así como los puños, en un intento de contener el enojo que nacía en su interior.

𝘾𝘼𝙍𝘼 𝙇𝙐𝙉𝘼 | 𝕽𝖆𝖋𝖆 𝕮𝕼 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora