Capítulo 1. Alfa

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Art notaba la sangre escurrir por su labio, sobre él los ojos desorbitados de Percy lo miraban con horror, rabia y dolor.

—Hazlo —jadeó Art—, remátame.

Ese era su mundo, violento, injusto pero claro. Luchar, matar o morir. Y la hora de Art había llegado, demasiado mayor para dar un bonito espectáculo ante un público que jadeaba por los músculos tersos de jóvenes alfas obligados a luchar entre ellos hasta su último aliento.

El suyo se estaba retirando, y sonrió, era su hora y él la aceptaba. Era paradójico que fuera Percy, su pupilo, su protegido, el que acabara con él, pero de cierto modo, estaba bien, estaba realmente bien.

Las voces de los omegas que lubricaban viendo a violentos alfas destrozarse, las apuestas volando sobre sus cabezas; todo eso había desaparecido.

—Hazlo, por favor —pidió Art, pero Percy no lo hacía, solo un buen golpe, el golpe de la misericordia lo llaman entre ellos.

Uno que lo mataría con el menor dolor posible, y eso, en su mundo donde solo había nada y dolor, dolor y nada, era la misericordia.

Quizás hubiera sido mejor que no fuera Percy, quizás un combate más, quizás hablara para que amañaran uno con Gareth, su eterno rival. Él lo mataría con gusto, pero también con dolor.

El gong sonó y Percy se levantó sobre él, había estado tan cerca, tan malditamente cerca.

Notó su mano agarrando su antebrazo para levantarlo.

—Lo siento —dijo Percy, notaba las lágrimas en su garganta queriendo llegar a sus ojos—. No puedo.

Art cerró los ojos y apretó su mano sobre la de Percy, lo entendía. Él mató a su maestro, a su mejor amigo, y sabía el precio de hacerlo, aún lo estaba pagando y esa deuda solo podía saldarse con su muerte.

Y entonces, el sonido volvió, los gritos, los aplausos y abucheos.

No eran más que fieras atrapadas en una espiral de violencia para su diversión.

Notó el pinchazo pero no el dolor, un inhibidor de sus feromonas que habían dejado en libertad para ofrecer un buen espectáculo.

Pero ninguno de esos omegas se atrevía a dejar a dos alfas sin castrar fuera de una jaula. Una vez Art esperó ese momento, con todo su poder, con su voz y su fuerza. Era joven y estúpido, y creía que encontraría la oportunidad de escapar de esa cárcel encontrando el momento donde alguno de ellos cometiera un error.

Habían pasado 20 años y no había sucedido. Solo saldría de allí con los pies por delante.

Percy no ofrecía el aspecto de un glorioso vencedor, Art lo miró, alto, fuerte, con su pelo rapado pero que sabía que crecía en unos absurdos rizos rubios que le hubieran restado ferocidad si les dejaran que creciera.

Pero todas sus cabezas como el resto de su vello corporal era rapado, la sustancia que segregaban los alfas era más poderosa mientras más frondoso fuera su vello.

Art nunca había visto a un alfa con el pelo realmente largo, y nunca lo vería, pero cuando llegó allí aún había alfas que habían tenido antepasados que habían sido libres. Orgullosos alfas de largas melenas, pelo en el pecho y una barba frondosa que dominaban aquel mundo.

Pero para Art aquello solo eran viejas historias, él había nacido preso y moriría preso, y aquellas hermosas criaturas de rostros dulces y olores deliciosos jamás los liberarían.

Pudo notar los ojos codicioso de una veintena de omegas dispuestos a saltar sobre Percy, y solo el de más alto nivel, el que más pagara lo tendría.

Una noche de sexo con un alfa victorioso era lo que cualquier omega ansiaba vivir, al menos, una vez en su vida.

Él había tenido omegas, omegas que lo cabalgaban como a un semental. Un semental drogado, doblegado y que solo tenía un mínimo de su capacidad activa.

Su primer omega fue todo un acontecimiento, y nunca lo olvidaría. Quizás fuera el más hermoso que había visto en su vida.

Art había ganado, la sangre de su rival aún estaba en sus nudillos y un omega desnudo lo esperaba en una habitación limpia, nada que ver con las celdas donde ellos vivían.

Olisqueó su lubricación, quería lamerlo, y el omega se lo permitió, su polla estaba hinchada, sus huevos pesados, el omega gimió cuando se lo folló.

Pero cuando Art lamió la glándula de su cuello, una absolutamente prohiba para ellos, el omega lo atacó con su voz.

Era como una aguja dentro de sus ojos, un puñal en su vientre. Art fue capaz de soportar cientos de golpes, palizas, luchas que nunca serían justas. No estaban allí para nada que tuviera que ver con la justicia.

Pero el dolor que un omega podía infligirle era mucho superior, era interno, y comenzaba en su cerebro.

—¿Qué te has creído sucia criatura? —bramó el omega, dejando de ser una hermosa criatura para convertirse en una de pesadilla—. Haré que te destrocen la espalda por haber osado tocar mi glándula.

Y aquello fue lo que ocurrió, a Art lo maniataron delante del omega y lo azotaron hasta que la sangre brotó por su espalda.

Ese día supo que tras una gran victoria, un omega vendría, lo usaría y lo castigaría si no hacía lo que él quería.

Alguna vez lo disfrutó, solo dos cuerpos, pero los había que tan solo se iban, algunos avergonzados por yacer con una bestia para satisfacer sus fantasías. Otros disfrutaban usando sus voces ponzoñosas con él, y otros, otros solo lo hacían sentir que aquella vida nunca mejoraría.

Había llegado al ocaso de su vida como luchador, una vida con pocas alegrías, con pocos amigos, una vida que no superaba nunca los 40 años.

Le quedaba menos de 2 meses para cumplirlos, al menos, morir a manos de uno de los suyos, de un igual era honroso, lo demás, solo era un abismo desconocido del que nadie volvía.

Tomó el camino a la derecha, el de los perdedores, mientras Percy lo miraba avergonzado por no haberlo podido hacer, mientras giraba a la izquierda, Percy sería el premio de cualquier omega.

Las puertas se abrieron y todas las luces y el metal iluminado y pulido cambió, el interior necesitaba fuertes reformas. El metal había comenzado a oxidarse.

—A09R, a la enfermería.

Esa era su realidad, meros códigos dentro de una cárcel donde ni siquiera tenían la opción de tener un nombre, una realidad que nadie quería que se supiera.

El gobierno los mantenía presos por unos crímenes que cometieron sus antepasados, y la población disfrutaba de ellos.

Esa era la vida de un alfa, y nunca cambiaría.


¡Hola! Ya ando de nuevo por aquí con historia nueva, un omegaverse, oh, qué sorpresa XDDD

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¡Hola! Ya ando de nuevo por aquí con historia nueva, un omegaverse, oh, qué sorpresa XDDD

Este universo se ha convertido en un vicio y me ha atrapado de lleno, y yo soy muy de darme a los vicios.

Así que aquí vamos, actualizaré de momento los miércoles, y si más adelante me da la vida para algo más, habrá más de uno a la semana.

Espero que os guste y me acompañéis en esta aventura.

Besos

Sara

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