Art viajaba en la parte trasera de un vehículo sin ventanas, pero no necesitaba ver el paisaje para saber que se estaban alejando de la ciudad.
Podía olerlo.
Al igual que ya no podía oler a Lance.
¿Olvidaría alguna vez su expresión al verlo marcharse?
Lo dudaba, también dudaba que sus sentimientos no fueran ciertos, lo que ellos habían vivido en una semana era más real que toda su vida anterior.
Saber que su omega estaba comprometido con otro hombre le hacía querer destrozar cosas, pero no borraba lo que sentía, ni la mirada de Lance cuando se fue.
Bors y Lovel habían transportado los restos de una criatura a la que Art había preferido no mirar, era un alfa y estaba muerto.
Y la casa donde había estado con su omega había quedado impregnada de vísceras, regada estratégicamente con la sangre que Lovel le había sacado previamente y había replicado hasta obtener una cantidad desorbitada.
Art no conocía ese mundo de tecnología avanzada, los alfas no tenían acceso a ella. Pero esta en concreto iba a ofrecerle la libertad.
La libertad real.
Eliminar de su pecho la bomba había sido más complejo, los efectos de la anestesia local se estaban disipando y aunque en su pecho solo quedaba un pequeño orificio, el dolor comenzaba a extenderse.
Bors sacó un inyectable y se lo aplicó sobre su brazo, sintió el alivio instantáneo. En la cárcel no tenían de aquellos, y sentía que el dolor que les dejaban padecer tras cada pelea era totalmente gratuito.
Art inclinó su cabeza agradeciendo los fármacos, pero no habló, la libertad no le estaba emocionando como hubiera debido.
—Tenemos mucho de que hablar —dijo Bors.
Art asintió, tenía que entender lo que estaba pasando, era importante, los sentimientos que pudiera albergar por Lance tendrían que esperar.
—Somos un grupo pequeño, pero hay más, repartidos por distintos puntos.
—¿Cómo saliste? —preguntó Art.
—En una bolsa biodegradable de reciclado de cadáveres.
Art asintió, lo que Bors le había inyectado era bueno, muy bueno.
—Pero también nos compran.
—Sí, no podemos recuperarlos a todos.
Había pesar en su voz, Art necesitaba entender de qué iba todo aquello.
—¿Quién está haciendo que esto ocurra?
—Le conocerás pronto, solo te pido que tengas la mente abierta y que sepas que vamos a conseguirlo.
Art miró a su amigo, a su mentor. Le había enseñado todo cuando llegó a la cárcel, siempre habían sido buenos consejos, le confiaría su vida. Pero si él le pedía que tuviera la mente abierta es que era algo muy complejo.
—Es un buen grupo —dijo Bors tras una pausa larga— muchos alfas no han conocido más que la violencia, los inhibidores y el maltrato de las voces omegas.
Art podía entenderlo, él aún recordaba el eco de las voces del pasado, aunque la última que había sufrido no era tan fuerte y no podía entender por qué.
Pero después de horas llegaron a su destino, la puerta se abrió y Lovel le sonrió a Bors.
A veces, Bors había dicho que a veces era posible.
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Alfa
RomanceEn un mundo donde ser alfa es sinónimo de criminal, Art es el mejor candidato para pagar todos los males en sí mismo. En un mundo donde ser omega es la única opción adecuada, Lance conocerá que no todo es lo que parece.