Capítulo 28. Pulso

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Gareth no podía contar el tiempo que llevaba allí, no había luchas, no había sexo, no había nada.

Y aquello se estaba volviendo realmente aburrido, en la cárcel al menos había tenido una finalidad, ¿qué demonios estaba haciendo allí?

Los alfas no le hablaban, nada, absolutamente.

¿Quién le tenía encerrado? No eran omegas, los que vio cuando le sacaron de la cárcel era los únicos que había visto en esos días, ahora solo había alfas.

Estaba comenzando a hartarse, el tiempo de la paciencia y de intentar rescatar información se había acabado.

Todo ese tiempo sin inhibidores le habían dado la confianza en su capacidad física. Había conseguido derribar al primer alfa, pero el segundo lo tenía encañonado por la nuca contra el suelo.

Mala jugada, pero no disparó, eso solo significaba que no lo querían muerto.

Y eso solo lo hizo sonreír, al día siguiente lo volvió a intentar, esa vez acabó con al menos dos costillas rotas, pero no era la primera vez, podía aguantar eso y mucho más.

Cuando en vez de dos alfas le mandaron a tres se sintió bien, al menos, comenzaban a tenerlo en cuenta.

—Ni se te ocurra —le amenazó el nuevo, su espesa barba era la primera que veía desde que había llegado. Ese debía tener un cargo más alto que los otros dos, iría a por él en cuanto tuviera la oportunidad.

Gareth le sonrió y este alfa solo cabeceó aburrido.

Las armas estaban todas apuntando hacia él, pero sabía que si fueran a dispararle ya lo hubieran hecho.

La culata de una de ellas acabó contra su ceja, pero el dolor para Gareth ya no se parecía al que experimentaba en la cárcel. Ahora era refrescante, estimulante podría decir.

Su sonrisa se llenó de la sangre que le brotaba del corte en la ceja.

—Tú y yo, solos. Estoy seguro que sin esa arma tuya te haría morder el polvo.

Y por primera vez recibió un destello de algo que hacía mucho no veía, diversión.

Solo que aquel alfa no cayó en su provocación, un nuevo golpe y Gareth perdió el conocimiento.

Cuando despertó le dolía la cabeza pero reconocía a un buen rival cuando lo tenía delante, y allí seguía, aún sonriendo.

—Este trabajo vuestro es una puta mierda, ¿no tenéis nada mejor que hacerme de canguro?

Nada.

—Al omega que te dice cuándo y a dónde tienes que moverte, ¿también le mueves el rabo?

Nada.

—Esta mierda está buena, ¿también les cocináis a ellos?

Nada.

—Si yo tuviera una de esas —dijo Gareth mirando a las armas— tendría claro contra quien apuntaría, vuestras prioridades apestan.

De nuevo aquella sonrisa.

El reemplazo llegó y otros tres alfas nuevos.

Había contado ya al menos a seis alfas distintos, seis alfas armados, con jerarquías, uno de ellos era al que había derribado, su mirada de odio le resultaba familiar.

Había recibido muchas a lo largo de su vida, terreno conocido.

Gareth lo intentó de nuevo, y de nuevo fue reducido, pero en el transcurso pateó el rostro de otro alfa.

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