Capítulo 12. Tuyo

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Art había pasado todo el día fuera de la habitación, en ese apartamento como lo llamaba el omega, había tantas cosas en él que no se había cansado de investigar.

A veces el omega lo miraba y otras hacía como si estuviera en otro lugar con una pantalla azulada delante de él.

Pero a Art le costaba no acabar siempre posando su mirada en él.

Le estaba dando la opción de hurgar en sus cosas, no es que en la cárcel tuvieran más que cuatro paredes, pero todos eran tremendamente territoriales con lo poco que componían sus posesiones. Ni siquiera Art había dejado acercarse a su celda a Percy, y este omega le había dejado entrar incluso a su lugar privado de descanso.

Era incapaz de olerlo, pero sabía que estaría saturado de su aroma, se alegraba de tener su sentidos mermados, o podría haber sido demasiado.

Había visto al omega cocinar y mostrarse todo el tiempo amigable, demasiado amigable.

Art no estaba acostumbrado a estar en un ambiente relajado, pero incluso verlo manejar cuchillos y herramientas con los que podría dañarlo no le causó el consabido malestar.

Miró sus dedos largos sobre el cuchillo mientras picaba algo que no parecía apetecible. Ellos recibían un engrudo alto en proteínas, y aquello era algo completamente distinto.

Pero eran los movimientos del omega los que más le resultaban atractivos, no es que fueran suaves, cortaba con firmeza.

Algunos omegas con los que había practicado sexo habían sido como este, más masculinos, más fuertes que esos otros que parecían que con solo tocarlos podría romperlos.

Se alegraba que su omega fuera fuerte y supiera manejar los cuchillos con habilidad.

Y ese pensamiento lo descolocó.

Pero no tenía sentido no pensarlo como suyo, le había comprado, era su omega, su dueño. Y parecía ser un dueño estupendo.

¿Cuántos de sus compañeros caídos habían corrido su suerte?

Algo le decía que la mayoría de omegas que compraban alfas no eran como este, no eran amables, no les preparaban la comida y mucho menos les sonreían explicando cosas que debían ser del todo obvias para ellos.

Comieron sentados en la mesa del comedor del omega, cuando este se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos, pero de nuevo volvió a la normalidad. Aún así Art se había puesto en alerta, sensible a los cambios en el omega.

—Soy un anfitrión horrible —dijo con aquella voz suya suave y firme a la vez—. No me he presentado.

Adelantó su mano sobre los platos de comida.

—Soy Lance, ¿y tú?

Art se quedó mirando la mano, sabía lo que significaba el gesto, lo había visto en las holoseries, un gesto de cortesía. Ellos en la cárcel no lo realizaban, un gruñido ante la nueva carnada de alfas jóvenes era lo que los presentaba.

—A09R —contestó por inercia, pero el gesto de incomprensión en los ojos oscuros, le hizo rectificar —Pero todos me llaman Art.

La mano seguía extendida y la tomó, sintió el apretón, uno que era casi como una caricia contra lo que él podría hacerle a esa mano si utilizara su verdadera fuerza.

Podía ver sus ojos cálidos, su boca un poco desencajada por el roce de sus manos, Art no se atrevió a ejercer más presión. Pero le gustó el toque de esa mano.

Lance, era un bonito nombre, y este retiró con una sonrisa su mano de la suya, sus mejillas tenían un color sonrosado muy agradable.

Carraspeó un par de veces, y volvió a su comida mientras Art absorbía todos sus gestos. Como por primera vez en su vida, un omega lo había tratado como a un igual, aunque no lo fueran ni remotamente.

—Yo trabajo en un museo —le dijo Lance como si Art supiera lo que era.

—¿Qué es un museo?

—Un lugar para preservar el pasado, la historia.

Art lo miró, el pasado, el pasado para él era ayer, y antes de ayer, y mil días más todos completamente iguales.

El pasado no le parecía un lugar agradable, ¿por qué alguien viviría en él y trabajaría para él?

—Me gusta recabar información sobre cómo eran las cosas en el pasado, sus objetos, todo lo que ocurrió y nos ha llevado al día de hoy.

Art asintió, el pasado para él solo habían sido una consecución de luchas, esperanzas rotas y muerte. Pero su omega era distinto, su pasado debía ser distinto. Aquel lugar lo era.

Había estado mirando lo que se veía por la ventana de la habitación donde había estado los primeros días. Quizás ese pasado, el de los omegas fuera un lugar agradable, un lugar para recordar y preservar.

—¿Hay un pasado alfa? —En el momento en el que realizó la pregunta supo que había errado, el omega desvió su mirada hacia un punto indeterminado.

Pero de nuevo, los ojos oscuros volvieron a él.

—Me gustaría saber qué sabes del pasado alfa.

Art tragó la bola que se acumulaba esos días en su garganta, pero lo inhibidores la hacían mucho más pequeña, debía reconocerlo.

—Fuimos monstruos —dijo Art, pero se apresuró a añadir—. Somos monstruos.

Lance no contestó, pero su rostro no parecía alegre, le gustaría volver a verlo sonreír.

Pero algo lo hizo desconectar sus miradas, y comenzó a hablar, lo había visto hacerlo varias veces ese día. Sus ojos se volvían levemente opacos y parecía estar teniendo una conversación con alguien más.

Aquella fue corta.

—Kay viene con el trasporte, nos vamos.

La bola en la garganta de Art descendió hasta su pecho, donde una bomba estaba dispuesta para destrozarlo en mil pedazos.

Había aceptado morir, en la jaula, dejar aquella vida. Pero esta era agradable, extraña, pero agradable. Y no quería morir de esa manera. Una lucha contra un rival, era un modo digno de morir alfa, explotar no.

La mano del omega se acercó a su pecho, no se había dado cuenta que había comenzado a hiperventilar.

—No estallará —le dijo el omega con suavidad pero con determinación, comprendiendo perfectamente lo que le ocurría—. Estás unido a mí, no te separes.

Art no sabía si el omega se daba cuenta del significado de sus palabras, Art era suyo, estaba unido a él, y su vida estaría en sus manos, siempre.

Se colocó la tela oscura que le había dado y dio un paso detrás de otro, aún notaba la mano del omega en su pecho, como una marca protectora, su marca.

Y después de tres días en aquel lugar, Art salió por primera vez conscientemente al mundo exterior.

Y después de tres días en aquel lugar, Art salió por primera vez conscientemente al mundo exterior

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Me quedo con los lunes y los viernes, inicio y final de semana para darme ánimos.

Me encanta cuando se tocan.

Plan salida: activado.

Besos

Sara

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