Capítulo 4. Holo

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Esos omegas lo llevaron a una habitación, Art sabía que lo mejor era permanecer en silencio, no hacer movimientos bruscos, y seguirles la corriente.

Se había mantenido vivo no solo por su fuerza sino por saber leer las situaciones que se producían ante él.

Pocos alfas llegaban a su edad, en realidad pocos alfas llegaban a nada. Sabía que lo que hacían con ellos era un control interno de población, nunca superaban un número concreto de alfas dentro del complejo.

Ese debía ser el número que podían manejar, pero dejarlos irse de allí debía ser un riesgo, el omega que le había comprado le miraba mitad apenado, mitad muerto de miedo.

Art calculó lo que podría hacer para escapar de allí, dos omegas, incluso con sus capacidades alfas mermadas podría con ellos.

Pero aún notaba el pinchazo en su pecho y como le habían explicado que era un sistema "antihuida" para él. Uno que no podría removerse sin abrirse el pecho en dos y arrancarse el corazón.

Podría con dos omegas, pero no con aquello.

Así que hizo lo único que podía hacer, esperar, llevaba toda su vida esperando.

La puerta se abrió y vio al omega que lo había comprado, pero no introdujo un pie dentro de la habitación. Art tampoco se movió del lugar que había ocupado como propio en el suelo de la habitación.

El omega miró la cama sin deshacer pero no dijo nada.

Art no usaría nada para lo que no le habían dado permiso, conocía suficientemente bien a los omegas, sus dulces rostros escondían mucho más.

—Te he traído comida.

Art miró la bandeja que el omega llevaba en las manos, en la cárcel él era lo suficiente respetado para no tener que luchar ya por su comida, pero no siempre fue así.

Puso su mirada en el suelo y el omega lo entendió, Art no se movería hacia él. Estaba haciendo todo lo posible para no parecerle amenazador, no quería que el omega se enfadara o se asustara y le atacara.

Así que el omega colocó la comida en el suelo y se quedó mirándolo.

Art seguía semidesnudo, pero no tenía frío, algo que seguía funcionando era la temperatura elevada que generaba su cuerpo.

Eso los hacía lo suficientemente resistentes en climas duros, o eso había escuchado, porque muchísimos años que ellos no habían sido libres, pero tenía claro que sin esa cualidad la tasa de mortalidad en la cárcel hubiera aumentado considerablemente.

—¿Quieres algo para distraerte? ¿Lectura?

Art miró fijo a sus manos, él no sabía leer, ninguno de ellos sabía hacerlo, no lo necesitaban para partirse el lomo los unos a los otros, tampoco era necesario para follarse a los omegas que pagaban por ellos.

—¿Holoseries? Hay una muy buena ahora, yo estoy completamente enganchado a ella.

Art se atrevió a mirarlo, un ¿holoqué?

—Te lo traeré —dijo con una sonrisa, la primera que le veía desde que había llegado y Art volvió a mirar hacia abajo.

Era un omega realmente hermoso, y si no estuviera tan inhibido químicamente aún quizás hubiera sido capaz de olerlo, debía oler muy bien.

Apareció minutos después con una pequeña placa entre las manos, pero él mismo parecía cohibido a dar un paso dentro de esa habitación.

Miró su perfil, el cabello oscuro y corto le llamaba la atención, su piel era levemente oscura, un color que le parecía favorecedor. Era alto, aunque nunca tendría el tamaño de un alfa; era atractivo y con lo que debía ser un estilizado cuerpo debajo de la ropa, y cuando se atrevía a mirarlo a los ojos estos parecían asustados pero amables, eso le hizo retirar la vista al suelo de nuevo. En su mundo la amabilidad no existía, no abiertamente.

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