Capítulo 8. Resistencia

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Art miraba hacia la puerta que se estaba abriendo lentamente, un androide le había llevado la cena y el omega no había vuelto a aparecer desde el día anterior.

Art estaba en la cama, en la que le habían dado permiso para ocuparla,
cuando el perfil del omega apareció, Art lo olió, estaba excitado, pero también estaba muy nervioso.

Estaba tentado de salir de la cama, pero moverse no parecía la mejor idea, así que solo se incorporó.

—Hola —dijo el omega dubitativo, Art no contestó solo le miró.

Los omegas de la prisión vestían uniformes que les hacían poco identificables y que los protegían de los alfas.

Y después, con los omegas que los utilizaban Art nunca había estado dos veces con el mismo. Si era porque no querían repetir o porque había algún tipo de regla que lo prohibiera, se escapaba de su conocimiento.

Pero Lance era el primer omega que veía con asiduidad, aquella era su tercera noche en aquella vivienda, casi se cumplían dos días completos sin recibir inhibidores.

No sabía cuántos días necesitaría para estar en plenas capacidades, ni cómo serían estas, pero sí que su olfato se había agudizado y su polla lo sufría.

Nunca sintió que el deseo fuera más que una obligación, era un alfa, su polla era uno de los requisitos fundamentales para esos omegas que pujaban por él, y que siempre estuviera dura y operativa.

Ahora lo estaba, con solo la presencia del omega, su olor y el tono de su voz.

Los ojos sobre él identificaron como respiraba con dificultad, la habitación estaba cargada de sus feromonas, el uno no era indiferente al olor del otro, salvo que aquella habitación apestaba a Art y casi gozó ver como el omega se atragantaba con tantas feromonas.

Las ventanas estaban selladas herméticamente, pero la mano del omega presionó algunos botones en la pared y Art entendió que estaba dotada de algún sistema de ventilación interna.

Se sintió defraudado de que aquel signo de pseudo libertad que era soltar su aroma fuera absorbido por unos tubos y expulsado de allí. Pero el omega parecía levemente más tranquilo, y en cierto modo, se alegraba. Ese omega, de momento, no había hecho nada malo contra él.

Miró sus manos, sus pantalones pero nada parecía indicar que llevara con él uno de sus tubos inyectables inhibidores, ¿no pensaba usarlos?

—¿Cómo estás? —dijo finalmente el omega, debía reconocerle que tenía una asombrosa entereza.

—Bien. —Su voz seguía siendo ronca, no era un alfa muy dado a hablar, pero incluso él se daba cuenta de la cantidad de horas que llevaba en silencio— Gracias.

El omega parpadeó ante sus últimas palabras.

¿Y ahora qué? Se preguntó Art, los omegas eran sexo u órdenes. A veces, ambas.

—Yo... —comenzó el omega. —Quiero que sepas que nunca había ido a un lugar como aquel, tampoco quería entrar a esa subasta pero mi amigo...

Art escuchaba, en ningún momento había estado con un omega que hubiera querido tener una conversación con él, los omegas hablaban y los alfas obedecían.

Estas explicaciones no eran para él, sino para el mismo omega. Eso sí lo sabía.

—No podía dejar que esos omegas te compraran, no estaba bien.

Art asintió, ¿qué era lo que no estaba bien de todo aquello? No iba a preguntarlo.

Solo asintió porque parecía que era lo que el omega estaba buscando, no sentirse mal.

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