Capítulo 21. Rabia

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Kay estaba mirando a Lance y a Lovel, ambos con una de esas enormes bestias al lado. No había que ser muy listo para entenderlo.

Las manos de ese tal Bors estaban demasiado cómodas tocando de algún modo a Lovel, pequeños gestos, miradas. Las mismas que había visto durante el viaje a casa de Lance.

Lovel estaba con ese alfa y darse cuenta de ello fue como un una bofetada en la cara.

Lovel le había engañado, le había usado, no quería nada con él, estaba con esa cosa, con ese alfa y a él lo había enredado alrededor de su dedo meñique con promesas veladas.

O quizás Kay solo había sido un estúpido que había visto lo que había querido ver. Se sentía un estúpido, poniéndose en riesgo, liberando a alfas que deberían estar muertos y metiendo a Lance en todo eso.

Estúpido.

Solo quería salir de allí, dejar de ver a esos alfas, dejar de trabajar como una marioneta para ellos, para aquel que le llamaba y le daba las órdenes, dejar a Lovel.

No tener nunca nada más que ver con ellos.

Pero Lovel le miró y se separó de aquel mastodonte que había acabado poniendo su mano en la cadera del omega del que él se había enamorado como un idiota.

—Pronto nos iremos, gracias por todo —le volvió a repetir.

Kay ni siquiera le miró, sentía su interior hervir en una rabia a la que pocas veces había dejado salir de él, pero una vieja amiga a la que conocía demasiado bien.

—¿Te has divertido haciéndome creer que estabas interesado en mí? —le espetó Kay, ahora sí mirando como el ceño de Lovel se contraía.

—No es así.

—No, claro, son imaginaciones mías, todo, absolutamente todo.

Le hervía la sangre y cuando Bors llegó al lado de Lovel, mientras este intentaba dar una serie de explicaciones que no iban a ningún lado,  exudó sus feromonas alfas.

—¿Qué ocurre? —preguntó el alfa, el olor era demasiado fuerte, demasiado agresivo.

—No te preocupes. —La mano de Lovel en el pecho del alfa se veía insignificante pero debía de funcionar porque el olor se despejó brevemente.

Kay imaginó lo que su voz omega podría hacerle a ese maldito alfa si la usara. Y estuvo tan tentado de volver a usarla, sobre todo cuando vio como rodeaba las caderas de Lovel con las manos, como lo marcaba como suyo.

No estaba bien lo que hacían con ellos, podía entenderlo en algún punto, pero en ese momento, los alfas no eran sus personas favoritas.

Y ver a su amigo besando al otro alfa fue la gota que colmó su vaso.

—Es mejor que le quitéis la bomba cuanto antes, el prometido de Lance podría llegar en cualquier momento.

En el momento en el que lo dijo se dio cuenta de lo mezquino que estaba siendo, él había puesto a Lance en esa tesitura, él lo había metido en todo aquello por lo motivos equivocados.

La libertad de los alfas le importaba una mierda y lo había hecho siempre. La filantropía no era su fuerte, ya no tenía que engañarse a sí mismo ni a nadie.

Los ojos del alfa al que habían rescatado lo miraron y después miró a Lance.

—Yo... —quiso explicarse Lance.

—¿Eres de otro? —le preguntó.

—Lance no es de nadie, no es un objeto —contestó Kay molesto.

El alfa soltó a su amigo, mejor, así se iría antes sin todo ese drama romántico, no había un escenario en el que pudieran estar juntos. Esos alfas que jugaban a la independencia solo durarían hasta que el gobierno los encontrara y exterminara, como habían llegado a hacer con casi todos ellos.

Pero ver la cara de Lance le restó toda esa determinación rabiosa anti alfas.

Ojalá no se hubiera metido en todo aquel lío, ojalá no le hubiera arrastrado con él.

αλφαq

Lance se sentía en dos realidades, su vida fuera de allí. El museo, su apartamento abandonado, Balan, el que había sido hasta entonces la única persona a la que él había creído amar.

Y otra donde donde todo giraba en torno a Art, una semana de encierro voluntario con el alfa, una semana que estaba eclipsando a todo lo demás.

Pero lo que había dicho Kay había sido como una puñalada de realidad, una que le había clavado tanto a Art como a él. La cara de decepción de Art no la olvidaría nunca, en ningún momento le había hablado de Balan, nada, absolutamente, lo había eliminado de su vida, y no podía culpar del todo a Kay. Él había sido el que no había hablado de la persona con la que estaba, con la que se había comprometido.

—Puedo explicártelo. —Pero ¿qué podía explicar?

Art le había soltado y aquello se sentía mil veces peor, la necesidad de estar entre sus brazos, como justo antes de que llegaran esos visitantes indeseados le había cogido desprevenido.

Pero descubrió como una vez el umbral de espacio personal se rompió, no quería estar lejos más, le gustaba sentarse sobre el regazo de Art, le gustaba que le diera de comer, le gustaba ser atendido de ese modo en el que él jamás había sido tratado, en el que los omegas ya no se dejaban tratar.

No, él no era un objeto, no era de nadie, pero quería ser con Art.

—No tienes que darme explicaciones. Gracias por sacarme de allí y por darme la libertad.

A Lance jamás le habían pegado, la violencia, hasta donde él había creído se había erradicado de su sociedad, pero aquellas palabras fueron como una bofetada.

Art no solo se estaba yendo, sino que le estaba dejando, aunque ellos no hubieran hablado de ese tema, aunque no estuviera definido, aunque fuera imposible.


Art no solo se estaba yendo, sino que le estaba dejando, aunque ellos no hubieran hablado de ese tema, aunque no estuviera definido, aunque fuera imposible

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Creo que odiabais a Balan por el mero hecho de existir y no ser monógamo, pero me da que ahora os está cayendo un poquito-mucho peor Kay XDD

Alguien tenía que decirlo de cualquier manera, en fin, todo esto para no asumir mis responsabilidades de amargarles la vida a estos pobres míos.

Pero si alguien os va a caer aún peor voy a ser yo, este es el último capítulo que tengo escrito, voy a tomarme unas vacaciones de dos semanas, porque yo lo valgo y va a ser imposible que pueda escribir estos días.

Así que nos vemos de nuevo el 18 de diciembre.

Buen fin de semana.

Besos.

Sara

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