Capítulo 3. Propiedad

962 174 62
                                    




Art no había querido despedirse de nadie, había salido de su barracón sabiendo que esa noche no iba a volver.

Lo había conseguido y su combate sería con Gareth.

Su compañero de combate era un alfa 10 años menor que él, y era todo lo que cualquier miembro de la sociedad a la que ya no pertenecían temería.

De hecho, allí dentro era temido. Tuvo un ascenso rápido, aniquiló a varios alfas en su camino, y todos sabían que combatir contra él siempre era dolor, y normalmente, muerte.

Era un ejecutor, pero le habían robado su victoria.

No todas las peleas eran duras, pero la de aquella noche sí debería haber sido a muerte.

Nadie que rondara su edad combatía a niveles solo de entrenamiento, y él había llegado ya a ese punto de no retorno.

Pero Art no había muerto, había pasado algo peor, lo habían vendido.

Había visto al omega que lo compró entre el público, su cara no le sonaba, y su rostro de puro horror, tampoco.

No es que no hubiera omegas sensibles que no tenían estómagos para lo que ellos se veían obligados a hacer.

Los había, siempre había algún incauto que llegaba a esas peleas llevado por un amigo. A Art le gustaba pensar que aún había personas que odiaban aquello, aunque fueran parte de una sociedad a la que no les importaban.

Lo que no esperó fue la desorbitada oferta que hizo por él, lo miró cuando lo desencadenaron, realmente necesitaba descansar.

Pocas veces había podido estar en plenas facultades alfa, pero sabía que su recuperación sería mucho más rápida si le dejaran desarrollar todo su potencial.

También lo peligroso que sería para ellos.

Lo limpiaron, lo cubrieron escasamente y lo drogaron más.

Un alfa anulado y para Art se abrió una nueva realidad, sabía que él había matado a algún alfa. Lo había hecho y tendría que vivir con aquello, pero había dejado K.O. a otros que no estaban muertos, pero nunca volvieron, siempre pensó que al final habían muerto, pero quizás no, quizás también habían sido vendidos.

No había pensado mucho sobre ello, no era un lugar para pensar en nada, solo sobrevivir.

Las peleas solo eran una cara de la moneda, allí tenía la otra.

Estaba demasiado drogado para poder darse cuenta más allá de que le estaban llevando hacia el exterior.

Ahora el cielo no era más que una mancha oscura poblada de estrellas, pero sabía que estaba en el exterior, aunque duró poco, en nada estaba subiendo a un vehículo que se puso en marcha.

Quizás fueran las drogas pero parecía estar suspendido en una nube más que en un vehículo como los que había en la cárcel alfa.

Entonces lo escuchó, su omega estaba allí.

Y ese fue el último pensamiento que tuvo antes de caer en un sueño narcótico: su omega, su dueño.


αλφα


Lance miró hacia atrás, donde el alfa se había desplomado sobre el suelo de la furgoneta en la que los transportaban.

—¿Qué he hecho? —dijo desesperado a Kay que iba a su lado.

En sus piernas sostenía un maletín metálico con los "medicamentos" que tendría que suministrarle al alfa para mantenerlo en control, junto a un manual con recomendaciones.

AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora