Capítulo 7. Inhibidores

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Art acariciaba los incipientes pelos que cubrían su cabeza, y su mente vagaba. Despertaba creyendo que aún estaba en su propia celda, que esa noche pelearía y que podría ser su última vez.

Luego abría los ojos y se daba cuenta de que aquel no era su lugar. El omega le había dado permiso para usar la cama, las sábanas eran suaves, el colchón firme pero mullido, y el olor era algo que no era capaz de describir.

Solo podía decir que era limpio, muy limpio.

Eso y que su olfato estaba volviendo, casi 2 días sin inhibidores, su pelo estaba comenzando a crecer y en el espejo que había en el baño veía que la mancha oscura sobre su mentón se hacía cada vez más evidente.

El omega no había vuelto a aparecer, en su lugar, un androide le dejaba la comida.

Diría que le había desilusionado, pocas veces en su vida había podido disfrutar de su olfato con libertad y tenía curiosidad por olerlo.

El rastro de excitación era solo un recuerdo, sabía que por su bien y quizás también por el del omega, lo mejor sería que no volvieran a cruzarse.

Estaba esperando que apareciera el omega o uno de sus androides con su dosis diaria de inhibidores, quizás estuviera encarcelado en aquella jaula de algodón, pero nunca se había sentido tan libre. La castración que suponían los inhibidores eran como vivir solo al 30% de sus posibilidades.

Allí encerrado pero al menos al 50% era bueno, olisqueó las tostadas untadas de algo blanco y cremoso y sonrió.

La comida también era muy buena, pero hasta él mismo se daba cuenta de que estar allí sin hacer nada más que comer, ver holoseries y dormir le llevaría a un momento en el que quizás no fuera suficiente.

Toda su vida había luchado, la violencia era parte de lo que ellos eran. Alfas.

Miraba sus nudillos que prácticamente habían cicatrizado, Gareth se habría hecho con la cárcel y sabía que el siguiente en caer sería Percy, solo por el hecho de ser su pupilo.

Percy era como todos eran, fuertes, rápidos y violento si necesitaba serlo, pero también conocía ese otro lado.

Lo había visto quedarse mirando a la nada en más de una ocasión, un signo como aquel le hubiera costado muy caro a Percy, cualquiera se hubiera podido acercar a él y tomar ventaja de aquella desconexión. Pero Art siempre había cubierto sus espaldas.

Ver algo más que violencia en ese lugar era como un soplo de aire fresco. Cuando se evadía, Percy, le decía que tenía ensoñaciones, fantasías de otro tipo de vida. Fantasías de libertad, de cómo sería el mundo fuera.

Art no era capaz de entender lo que Percy veía, lo que podría ser un mundo en el que ellos tuvieran cabida. Solo conocía estar encerrado, y ahora también lo estaba aunque la cárcel estuviera lejos.

La puerta se abrió y la aparición de un androide le calmó y decepcionó a partes iguales, sabía que un omega jamás sería alguien en quien confiar, pero ¿quién lo era en esos días?

Su mente volvió a Percy, y aunque sabía que su final se cernía sobre él, deseó poder estar aún cubriendo sus espaldas. Proteger esos sueños, aunque solo pensara que le hacían más mal que bien.

Percy no solo era violencia, y le hacía creer que ellos podían ser algo más.

Se acercó a la ventana, para sorprenderse una vez más con lo que no solo había visto en el holo, la ciudad vista desde aquella altura era algo completamente distinto a lo que era su mundo. A Percy le hubiera encantado verlo.

Altos edificios de un blanco iridiscente, limpio y ordenado, podía ver a los omegas caminar tranquilos y confiados por las calles, llenas de jardines verdes. No podía ver con claridad sus rostros, estaba demasiado alto, pero eran todos omegas, todos confiados, armoniosos.

Cuando la luz del día se fue apagando, Art sonrió, casi 48 horas sin inhibidores, su cuerpo lo notaba. Se estaba recuperando aceleradamente de la pelea con Gareth, nunca estando tan acabado como él había pensado que estaba se había encontrado tan bien.

Tenía una bomba en su corazón y sin embargo, nunca había sido más libre.

αλφα

Lance no había entrado a la habitación del alfa por horas, no se sentía capaz. Pero era tan consciente de que estaba allí que su piel ardía.

Era tan mala idea como desde el momento en el que puso el pie en aquel club.

Hasta la mañana siguiente no tenía que ir al museo, y aunque temía quedarse a solas con el alfa, dejarle solo le parecía una solución mucho peor.

—Ven —dijo cuando la señal del implante de Kay le dio señal de activado.

—No puedo ir ahora —le dijo su amigo.

—No puedes dejarme solo con él, no todo el tiempo —se quejó Lance, su amigo le había metido en aquel lío y se había marchado. No, tenía que hacerse responsable con él.

—Tengo que solucionar algunas cosas, ahora no puedo, pero intentaré acercarme a tu casa mañana.

—¿Mañana? —se quejó Lance, pasar una noche sabiendo lo que en un solo segundo ese alfa le había provocado le hacía tragar en seco.

—No confío en nadie más como lo hago en ti, eres la persona más leal y noble que he conocido nunca, sé que está en buenas manos.

Lance dejó caer su cabeza contra el respaldo de su sofá blanco. Si su amigo supiera las ideas que le cruzaban la mente en esos momentos, cambiaría de opinión rápidamente.

—Mañana tengo que ir al museo.

—Ve, no hay problema.

—No puedo dejarlo aquí solo, no es un perro.

—Lance, hablamos mañana en persona. —El tono tenso de Kay le puso en alerta, y más cuando se desconectó del canal auditivo privado.

Lance miró hacia la puerta donde estaba el alfa, luego miró el maletín que estaba en el mismo lugar en el que lo había dejado olvidado. Kay le había pedido que no siguiera ninguna de las indicaciones que los miembros de seguridad le habían dado, no hasta que él llegara.

Pero sentía que aquella puerta no era suficiente barrera entre ambos, ¿qué pasaría si se abría? ¿Qué pasaría si él la abriera? ¿Qué haría el alfa al verlo de nuevo?

Lance se lubricó nuevamente, estaba harto de tener que cambiar su ropa interior, siempre se había tenido por un omega controlado, y aunque lubricaba abundantemente con Balan, aquello estaba fuera de control, no era capaz de controlarlo y eso nunca le había pasado ni cuando sus hormonas se revolucionaron durante su adolescencia.

Lo mejor era evitarle, al menos, hasta que llegara Kay al día siguiente.

Sí, debía esperar a Kay, pero su mano estaba ya sobre el pomo de la puerta del alfa a punto de girarla para entrar.

Sí, debía esperar a Kay, pero su mano estaba ya sobre el pomo de la puerta del alfa a punto de girarla para entrar

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Ve a la luz, Lance, ve a la luz.

¡Feliz miércoles!
Besos
Sara

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