Capítulo 48. Cuenta atrás

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—¿Es verdad? —Gareth casi tiró abajo la puerta de Blamor al abrirla de golpe.

Su superior tan solo cerró la puerta de su habitación y se cruzó de brazos.

—¿El qué exactamente?

—No me jodas, Blamor, no me jodas. ¿Putos clones?

Solo había sido un pequeño fragmento de conversación entre dos alfas que acababan de llegar completamente hechos mierda, una que había muerto cuando él había aparecido.

Y entonces lo vio, no venían solos. Era joven, mucho más joven de lo que él recordaba y lo sabía perfectamente porque las arrugas que rodeaban sus ojos cuando le había estrangulado hasta matarle no estaban allí.

—¿Gaw? —El alfa le devolvió la mirada, pero era imposible, no podía ser él, lo había matado hacía al menos una década. No podía tener ese aspecto.

En la mirada del alfa no hubo ningún reconocimiento.

La idea no dejaba de darle vueltas, pero él no tenía autorización para acceder a la zona donde lo habían llevado. No tenía autorización para casi una puta mierda allí.

Pero sabía alguien que sí la tenía, que tenía todas las puertas abiertas.

Lo vio salir con su omega de la mano, si había algo que le molestara más a Gareth que no tener información era que un omega como ese que solo servía para que Art se lo follara pudiera ir libremente a cualquier sitio.

Él era un alfa en un campamento de alfas, no debería ser así.

Sus guardias diarias solían tenerlo lejos de las zonas centrales y además tener acceso al puto rey de los alfas como parecían tratarlo era complicado.

Pero al final no hizo falta que fuera él quien lo interceptara, fue el propio Art el que se le acercó.

—Vuelve a mirar a mi omega así y te saco el estómago por la boca, Gareth —ese era el lenguaje en el que podían entenderse, lo admitía—¿Qué quieres?

—¿Has visto a Gaw? —preguntó a bocajarro.

Art no contestó, pero la sombra de duda en sus ojos no apareció, sabía que Gaw estaba allí. Un Gaw que no podía ser el que ellos habían conocido.

—¿Qué está pasando? —exigió saber.

Cómo había odiado al tipo delante de él, cuántas veces habían sido solo ellos y sus puños, no le importaría volver a golpearlo.

—Clones —fue la única palabra que salió de su boca y se dio la vuelta.

—¿Qué? —trató de retenerlo, pero Art ya se estaba alejando.

—Es hora de que pidas algunas explicaciones, Gareth —le dijo su antiguo enemigo— y sabes perfectamente quién te las debe. Y no ataques con la mirada a mi omega, es mi último aviso.

Su guardia aún duraría un par de horas más, horas en las que todo le parecía una puta locura cada vez más grande.

La puerta de Blamor bramó tras su golpe, y el rostro serio de su comandante no hacía más que hacer aquella locura más real.

—¿Quiénes? —preguntó.

Silencio.

Gareth se sentó sobre el camastro de Blamor.

—No tenías autorización para saberlo, me alegro que lo hayas descubierto.

Miró a Blamor, había roto su pose de jefe duro para volver a ser solo su amante.

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