Art seguía asombrándose por cada mínimo descubrimiento en aquel jardín, al menos, ese fue el nombre que le dio Lance para ese lugar, a él le parecía enorme y más allá de la tapia continuaba hacia las montañas.
Los únicos bichos con los que él había convivido anteriormente habían sido las cucarachas, pero ni siquiera ellas aguantaban mucho en la cárcel.
Ver una mariposa el día antes, que era aquella cosita pequeña y alada revolotear sobre él, le entusiasmó como el alfa que él nunca había sido.
Si alguno de sus compañeros de la cárcel le vieran juguetear con una mariposa estaría muerto, pero allí, con su omega sabía que podía hacerlo.
No podía dejar de pensar en Percy, él hubiera disfrutado de ese lugar como nadie. Una punzada de culpabilidad siempre le seguía a cualquier pensamiento sobre Percy. ¿Cómo estaría? ¿Podría salir de la prisión vivo?
Pero los pensamientos sobre su amigo se destrozaron sobre el ceño fruncido del omega.
Lance había estado hablando con alguien que le había perturbado. Era completamente permeable a los estados de ánimos del omega, pero esa nube oscura parecía disolverse con cada minuto que estaban juntos.
Y aunque pareciera ridículo, Art quería protegerlo, quería mantenerlo cerca y feliz. Aunque el pensamiento fuera totalmente ridículo, era lo que sentía.
¿De qué podría él protegerlo más que de otro alfa o él mismo?
De nuevo, los inhibidores habían desaparecido y poco a poco iba recuperando sus sentidos, una sensación de plenitud que ni siquiera sabía hasta dónde podía llevarle, aunque quería descubrirlo.
Y el color oscuro ya no era solo una sombra de pies a cabeza, el vello estaba saliendo y en ningún momento Lance le había pedido raparlo.
Era su segundo día sin ellos, y podía olerlo, podía volver a oler a su omega, y eso hacía cosas en Art que nunca habría imaginado.
Se descubría olisqueando el aire por el que Lance pasaba, saboreándolo con deleite y deseando una nueva dosis.
Al estar en un espacio mucho más amplio, la condensación de sus olores no actuaba igual.
Incluso la habitación que le había dado era inmensa en comparación con la del apartamento. Lance no había accedido allí ni una sola vez. Y su aroma alfa se diluía en el jardín donde Art pasaba casi todo el tiempo.
Lance le había dicho que sus feromonas podrían traerles problemas, pero no lo había vuelto a señalar, por lo que o no estaba expulsando tantas o allí no eran molestas.
Pero sentía que la necesidad de olerle cada vez era más fuerte, era consciente de que el omega se había dado cuenta, pero no parecía molestarle. No se apartaba ni le castigaba.
Si no fuera por el jardín, a Art no le hubiera importado volver al apartamento más pequeño, que sus olores se mezclaran. Ese tipo de libertad le estaba afectando porque nunca pensó que querría estar en un lugar cerrado apestado de feromonas con un omega.
—Me encargo de la cena —le dijo Lance.
Desde que habían llegado a esa casa verle preparar los alimentos que luego comían era una de sus partes favoritas, saber que las preparaba para que él la comiera tenía algo que le satisfacía a unos niveles que no llegaba a comprender.
Pero peor era la necesidad que estaba desarrollando por querer tomar los alimentos del plato y alimentar a Lance de su propia mano.
Era como un pequeño pinchazo en la parte posterior de su cerebro, una idea, una imagen de Lance sobre su regazo y él dándole pequeños bocados de comida directamente en la boca.
No se le ocurriría en ningún escenario que aquello fuera ni remotamente permitido por muy bondadoso que fuera su omega. Tomar el control era algo que jamás se le permitiría a un alfa de nuevo.
Pero Lance le había pedido que fuera a ducharse, Art había estado ejercitándose en el jardín, puedes cambiar a un alfa de jaula, pero las rutinas eran las rutinas.
Y en el fondo le venía bien poder canalizar su nueva energía liberada en algo que no tuviera que ver con el omega.
Se desnudó y solicitó agua caliente a IAya, esta nunca se la había negado. Y él siempre se lo agradecía, temía preguntarle a Lance si aquel sirviente estaba encerrado en alguna parte de la casa.
Fue entonces cuando escuchó el grito y ni siquiera lo pensó, salió corriendo completamente desnudo y mojado, corrió hasta la cocina para encontrar a Lance apretando su mano desde la que se veía gotear sangre.
Art gruñó y lo atrapó contra su cuerpo mirando todo a su alrededor. Su omega estaba herido.
—No —gimió Lance entre sus brazos— no es nada, solo me corté.
Art olisqueó el aire buscando el aroma de cualquier enemigo, pero no encontró más que el olor a óxido de la sangre.
Lo tenía contra su pecho desnudo, lo miró a los ojos, le decía la verdad y vio el cuchillo y las gotas de sangre sobre la encimera. No eran tantas como su cerebro había registrado.
Pero era incapaz de soltarlo, notaba el corazón de Lance acelerado, pero en ningún momento lo apartó, ni le dañó. Parecía más en shock que él mismo, aún apretando su dedo sangrante.
Art tomó su mano, evaluando el daño. Si sus instintos no lo estuvieran dominando se daría cuenta de que estaba desnudo, con su polla endureciéndose con el contacto de su omega y que se estaba llevando su dedo herido hasta su boca.
No fue el sabor de la sangre en su lengua lamiendo la herida lo que lo hizo reaccionar, sino el gemido saliendo de la boca de Lance y el olor del lubricante omega inundar su nariz.
¡Feliz viernes!
Besos
Sara
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Alfa
RomanceEn un mundo donde ser alfa es sinónimo de criminal, Art es el mejor candidato para pagar todos los males en sí mismo. En un mundo donde ser omega es la única opción adecuada, Lance conocerá que no todo es lo que parece.