Capítulo 33. El mensaje

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Los días tras la bomba de información de sus padres fue como un tsunami de los que hablaban sus libros de historia.

Estaba tratando de reconstruir todo el daño causado, y lo primero era informar a Kay para que extendiera la noticia.

—No tienes que casarte con él, Lance.

Era el mensaje final que sacaba Kay de todo aquello, lo conocía, sabía que estaba allí por otros motivos. Quizás hubieran mutado, pero no lo hacía por los alfas, no directamente.

—No lo entiendes, si sigo con todo se calmará y le dejará tranquilo.

Kay esquivó su mirada, sí, él también lo sabía, dudaba que su padre no hiciera nada. Pero en su mano solo estaba la opción de contentarlo para aplacarlo.

No tenía más armas.

—No tengo más opciones.

—Ayer me dieron esto. —Los ojos de Lance se abrieron con reconocimiento, era lo mismo que él había usado para mandar su mensaje— Es de Art.

Lance lo tomó en sus manos como si fuera el bien más preciado, y sin duda lo era. Era todo lo que tenía de él.

Las manos le temblaron pero después de semanas sin saber nada de él, era como si todo volviera a ser cierto. Art existía y le había contestado.

—No sé como de seguro es que tengas eso —dijo Kay— pero deberías destruirlo una vez lo veas.

—¿Debería hacerlo?

Borrar un mensaje que le había mandado Art, aunque aún no lo hubiera visionado, le parecía un crimen.

Quizás fuera lo único que le podría quedar de él, lo apretó entre sus manos con más fuerza.

Kay se marchó y Lance se quedó a solas con su clip, lo activó.

Al inicio solo apareció una imagen borrosa para después ir tomando nitidez.

Era Art.

El corazón de Lance palpitó, todo su cuerpo lo reconoció. Su cabello y su vello facial estaban creciendo. Él estaba distinto.

Su mirada era dura, pero en cuanto habló se suavizó.

"Hola, Lance. No he parado de ver tu mensaje una y otra vez."

La sonrisa en los labios de Lance se encajó hasta casi dolerle, al menos hasta el momento en el que después de aclararse un poco la voz  Art le pidió que siguiera con su vida, que le olvidara y si ese otro "omega" le hacía feliz, siguiera adelante con su compromiso.

Llegó hasta el final del mensaje. No sabía que había esperado, aún sabía que lo suyo era imposible, lo sabía. Y más ahora que su padre lo sabía. Pero la sensación de tristeza era difícil de manejar.

Lo volvió a visualizar, una y otra vez, hasta que memorizó cada uno de los gestos, las miradas, las entonaciones. Entonces lo vio. Como su respiración cambiaba, como sus ojos miraban más allá de la cámara como si en el fondo solo estuviera recitando algo que se había obligado a decir.

"Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y solo quiero que seas feliz".

Así acababa una y otra vez.

Lance borró el mensaje, sabía que era peligroso. Pero más peligroso era lo que acababa de pasar por su mente.

No era un omega intrépido, nunca lo había sido. Activó la máquina y tomó aliento.

Habían pasado dos semanas desde que Lance había mandado su primer mensaje, calculó el tiempo, tenía que servir. Porque sabía que era su única opción.

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