Capítulo 27. Azul

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Percy estaba desayunando aún reflexionando sobre el sueño que había tenido, no era la primera vez que tenía esos sueños.

Parecían tan reales que la sensación al despertarse era que había estado rememorando un recuerdo, uno demasiado realista.

Pero eran escenas imposibles, estaba en una zona montañosa, parecía una cabaña, olía fuertemente a bosque, aún podía notar el sonido que hacían las hojas de los árboles al mecerse.

Si se concentraba podía volver allí, estaba solo, estaba en calma, se sentía libre.

Entonces la puerta de la cabaña se abría y un omega salía de ella sonriendo. Nunca había visto a un omega mirarle de ese modo, calmado, sin ese ápice de lujuria excusando de cada poro de su piel.

Pero a pesar de verle, a pesar de saber que le amaba y que era correspondido era incapaz de recordar su rostro. No podía y hacía que ese sueño se volviera frustrante al despertar, no mientras lo tenía, en esos momentos tan solo era feliz.

—Vas a romperte las muelas si sigues masticando así de fuerte.

Delante de él un extraño compañero, pero ¿no era extraño todo ahora?

Tris aún tenía algunas marcas de su paso por la enfermería, pero estaba bien, lo había podido comprobar.

Era extraño tenerlo ahora como compañía, a diferencia de Art, Tris no paraba de hablar. De cualquier cosa, absolutamente de cualquier cosa. A veces era agotador.

Aún no entendía cómo había llegado vivo a ese punto, no era del agrado de ningún alfa allí adentro. Pero Percy había extendido un manto invisible sobre sus hombros, aún tampoco entendía por qué.

Quizás fuera la soledad, quizás estaba harto del silencio continuo en el que todos vivían.

—¿Tienes sueños, Tris?

El alfa le echó una ojeada antes de asentir, curioso que con todo lo que hablaba ahora no tuviera nada que decir.

—Creo que son recuerdos, pero es imposible —añadió Percy.

—Es lo único que no han podido robarnos. —El odio y la pena que filtraban sus palabras contrastaba con su actitud despreocupada habitual.

Percy miró a los guardias omega que controlaban al grupo de alfas en las mesas. No podía ver sus rostros, solo sus ojos. Dudaba que Tris hubiera visto alguna vez a un omega con el rostro descubierto, no había ganado ninguna pelea, ningún omega lo había reclamado sexualmente.

Eran hermosos, por más que los sometieran, por más que los inhibieran, Percy los encontraba hermosos, con sus cuerpos más pequeños, sus miembros finos, recordaba las caderas del último omega subido a su miembro moliéndose hasta alcanzar su orgasmo y arrastrar a Percy con él.

Era hermoso y vacío, cerró los ojos, la puerta de la cabaña se abrió y volvió a maldecir cuando fue incapaz de ver el rostro de su omega. Pero su sonrisa era todo lo que esos omegas no tenían, amor, ¿cómo podía conocer un sentimiento que él nunca había vivido?

—P19S —le llamó uno de los guardias—, a la enfermería.

Percy sabía que era lunes, allí nadie lo olvidaba. Se levantó y se dirigió a las instalaciones de la enfermería.

El omega que siempre estaba allí para recoger las muestras tenía los ojos violetas, se había fijado en todos los ojos de los omegas con los que se había encontrado pero ninguno los tenía de ese color.

Era único, eso sin duda, pero cuando entró y no fueron sus ojos violetas lo que vio se extrañó, en su lugar, bastante más bajo, había otro omega, sus ojos eran azules y estaba asustado, sus pupilas estaban dilatadas y cuando le miró podría decir que le resultaba familiar, como si hubiera visto sus ojos en otro lugar.

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