Capítulo 34. Victoria

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Tris jadeaba en la jaula, sangraba por una herida que debía haberse hecho en la ceja, el pecho le dolía, y sabía que algo estaba roto dentro de él.

Pero lo peor era el olor de la sala, nunca había visto a más omegas que los que trabajaban en la cárcel. Y aquel lugar estaba lleno de omegas que los jaleaban, gritaban y exudaban feromonas.

El olor le mareaba, el alfa que estaba delante de él también estaba recuperando el aliento.

Hizo caso de cada uno de los consejos de Percy, al principio no supo cómo moverse y se llevó todos los golpes que no se había llevado hasta ahora, pero cuando atacó sintió que no era su yo consciente el que le gobernaba.

Una de aquellas memorias que le atacaban a veces le impulsó durante toda la pelea, Percy lo llamaba instinto, Tris sabía que eran recuerdos.

Recuerdos de otras vidas.

Tris no era tan grande como otros alfas, nada que comparar con Percy, pero también le aportaba una agilidad que a su contrincante le faltaba. Escapar de sus golpes era una victoria para él y sus huesos.

Identificó el punto que Percy le había señalado, notaba palpitar el suyo propio. En un lateral de su cuello, casi en la unión con la clavícula. Tenía que alcanzarlo, o la mínima ventaja que había conseguido se perdería con él mismo.

—Engáñalos, apunta a un lugar claramente y cambia el punto en el último momento.

Ese había sido otro de los consejos de Percy, jugar al despiste en algunos momentos.

Tris fintó un golpe a su estómago, haciendo que el alfa bajara los puños, alzando el suyo propio para asentar su ataque a la glándula indefensa.

El alfa cayó inmediatamente aturdido, la mirada era de pura desolación, sabía que había perdido antes de que la patada de Tris en su rostro le hiciera perder el conocimiento.

Los gritos atronadores del público a Tris le resultaron tan ensordecedores que por un momento pensó que se había quedado sordo.

Aquello era brutal, inhumano y él había sido participe de ello.

La jaula se abrió, el alfa inconsciente fue sacado en camilla, a él le suministraron un inyectable que lo aturdió aún más y lo llevaron rápidamente a otro lugar. Uno en el que nunca había estado.

Había una amplia cama, un par de asientos que se veían cómodos y cálidos. Tris solo quería descansar, había ganado su primera pelea, pero se sentía todo menos una victoria.

Con aquel golpe sabía que había hecho algo atroz.

La puerta se abrió y un omega sin máscara, sin uniforme apareció. Era el primero que veía con su rostro descubierto, era hermoso, y olía bien, cuando comenzó a desnudarse Tris comenzó a inquietarse. Los ganadores tenían recompensas, más allá del respeto de sus compañeros.

Gareth había ganado incontables peleas, hasta la última que le costó la vida.

El omega comenzó a soltar feromonas que le mareaban, eran sexuales, líquidas, abrumadoras.

El omega quería sexo, lubricaba sexo. Tris vomitó a sus pies.

El grito del omega no hizo más que enfermarle aún más.

—Yo he pagado por un alfa en condiciones —comenzó a bramar contra algún punto que Tris no podía ver.

¿Aquello era la victoria?

αλφαq

Gareth corría con su equipo, porque ahora eran eso, compañeros.

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