Capítulo 44. Mordida

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Art salió del barracón como si hubiera librado la batalla de su vida y saliera victorioso de ella.

Al principio no vio a nadie, pero después, algunos de los alfas a los que había conocido en ese tiempo aparecieron.

No sabía qué respuesta iba a encontrar, porque si alguno hubiera osado entrar en la habitación que compartía con su omega, lo hubiera matado en el momento.

Lo sabía y ellos también lo sabían.

Sin embargo, la respuesta eran solo inclinaciones de cabeza, algún reconocimiento, incluso un leve signo de disculpa.

—¡Estás de una pieza! —la sonrisa de Bors le tranquilizó.

—¿Qué pasó? —preguntó Art.

—Volvisteis locos a casi todos, amigo.

—¿Está Lance seguro aquí? —Quizás haber dejado a Lance durmiendo no había sido tan buena idea, su cuerpo ya estaba girándose cuando su amigo le tranquilizó.

—Nadie le hará nada a tu omega, puedes estar tranquilo.

—No lo voy a dejar ir.

Bors no dijo nada y Art se lo agradeció, no iba a seguir las órdenes del primer Percy. Iba siendo hora de tomar sus propias decisiones.

—Es cierto que nadie esperaba el celo, esto lo cambia todo.

De algún modo habría corrido la voz, porque ambos Percy aparecieron, los acompañaban otras dos personas, un alfa de barba poblada oscura y un omega de pelo rosa.

El omega le sonreía dulcemente. Aparte del omega de Bors y el amigo de Lance, no había visto más omegas con los suyos.

—Te presento a mis hijos —dijo el clon de su amigo Percy.

Art los miró con otros ojos: hijos.

Por lo que a Art le habían contado su propio semen había sido usado para preñar a un gran número de omegas. Hijos, ni siquiera se lo había llegado a plantear.

—Eres mucho más atractivo que tu anterior versión —dijo el omega y algo en todo aquello le repelió.

—Lance y yo no vamos a separarnos. —Pensó que era mucho mejor dejar las cosas claras.

Su amigo Percy asintió, pero su versión más mayor torció el rostro en un gesto que él conocía demasiado bien.

—No será sencillo.

—¿Lo ha sido en algún momento? —se cuestionó Bors y recibió una nueva sonrisa de ese extraño omega.

—Si tenemos que irnos... —comenzó Art, pero Percy levantó la mano derecha, pidiéndole que no siguiera.

—No puedes volver a la sociedad omega.

—No voy a dejarle —le retó Art.

—Lo sé, pero tu tiempo de ser esclavo se acabó —manifestó Percy con dureza —¿Acaso crees que eres el primer liberado que lo dejaría todo para volver como un objeto por un omega?

Art consideró mejor callar en ese momento, ya había dejado claro su punto. Y por mucho que le estuviera agradecido a ese grupo por su liberación, ahora su vida era suya, suya para hacer con ella lo que quisiera, y aquello era estar con Lance, del modo que fuera.

De hecho, la necesidad de volver con él era cada vez más fuerte. Todo su cuerpo, todos sus instintos le llamaban a él. ¿Se habría despertado ya? ¿Necesitaría ir al baño? ¿Comer? ¿Sus brazos?

—Padre, déjale ya —arremetió el omega—. Cuando papá ha estado en celo, no has sido capaz de dejarle ni un segundo. Es su primer celo, debe ser horrible y aún así ha venido hasta aquí. ¡Qué romántico!

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