Ep. Especial 5: Crónicas de un uheldiv -1° parte-

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Pueblo Ámaloy (extremo sur del reino de Misuvia)

Trémulas olas comenzaban a estrellarse en la arenosa bahía a medida que el sol comenzaba a descender por el horizonte. Los habitantes del humilde pueblo de Ámaloy, gente sencilla y esforzada, observaban con preocupación la oscura silueta del barco de velas negras alejarse en el horizonte, temiendo que en cualquier momento regresara a sus costas. No fue hasta verlo desaparecer en la enorme inmensidad del océano más austral del mundo, que los expectantes habitantes del pueblo de Ámaloy volvieron a sentirse libres de respirar con tranquilidad. Por primera vez en meses, se sentían libres de la tiranía de sus opresores.

—Finalmente, se acabó. Realmente se han marchado —dijo una de los presentes—. Somos libres al fin. Hemos recuperado nuestro pueblo.

—Pero, ¿a qué costo? —musitó un Golduck raquítico arrodillado en la arena—. Lo hemos perdido casi todo. Nuestros ahorros, nuestra comida, hermanos, hermanas, familia...

—Perdimos mucho y a muchos. Eso es verdad. Sin embargo, todavía tenemos lo más importante.

—¿Qué dices? ¿Qué todavía tenemos lo importante? —con ojos enrojecidos por las incontables lágrimas derramadas y tosiendo levemente, el Golduck esperaba una respuesta de parte de la Bibarel que había hablado. 

—Claro que sí. Todavía tenemos nuestras vidas —las palabras de la tipo normal eran enfáticas—. Es momento de dejar atrás estos dolorosos meses y rehacer nuestra vida, tal y como siempre lo hemos hecho.

—¿Pretendes hacer como que nada de esto ha ocurrido? ¡¿Continuar con tu vida como si nada?!

—No me refería a eso. Ignorar lo ocurrido sería ingenuo por mi parte. Pero tampoco ganaré nada de lamentarme por las pérdidas. Solo tenemos que seguir adelante —respondió la Bibarel bajando la mirada hacia el cesto junto a sus pies, dudando unos instantes antes de cogerlo en sus brazos. Un ligero temblor recorrió su cuerpo al contemplar envuelto entre una tela sucia un huevo de color celeste y motas de un profundo azul oscuro—. Yo seguiré adelante. Honraré las últimas palabras de Házil.

—¿Está segura de esto, Dora? —preguntó secamente un Quagsire que había permanecido en silencio hasta entonces—. Es una enorme carga de la que hacerse cargo.

—No te preocupes Zabulon. Me las arreglaré para cuidar de este pequeño como si fuese mi auténtico hijo.

—No me refería a eso —el rostro del Quagsire se ensombreció—. Eso de ahí es el retoño del infeliz que causó todas nuestras penurias. ¡¿De verdad piensas que dejaremos que camine a sus anchas por las calles de nuestro hogar?!

Las palabras del tipo tierra calaron profundo en todos los presentes, que permanecieron callados, estáticos, sin atreverse a decir lo que realmente opinaban. Ninguno quería ser el primero en proponer el descarte de la cría.

El gélido viento costero comenzó a soplar con fuerza, forzando a los pueblerinos a regresar a sus casas antes de que el anochecer los sorprendiese en la playa. A medida que se retiraban, la mayoría murmuraba su disconformidad con la idea de conservar aquel despreciable huevo.

—No me importa lo que digan. ¡Me haré cargo del pequeño les guste o no! —reafirmó su posición la Bibarel, encarando al Quagsire y al Golduck, que fueron los últimos que permanecían en la bahía además de ella—. Mi querida Házil dio su vida por nosotros. ¡No pienso dejar que su hijo sea descartado por mero rencor contra su retorcido progenitor!

—Pese a ser su hermana mayor, no te pareces nada a ella. Eres una mujer muy testaruda, Dora, ¿lo sabías? —espetó el Golduck dando media vuelta y alejándose—. Por respeto del recuerdo de Házil, dejaré en paz esa cosa, pero nunca olvides el detalle de que eso no es más que un maldito uheldiv. Uno que solo traerá problemas a ti y a todos los que te rodean, ¡que Lugia nos proteja!

Pokémon Ausvandel: La academia PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora