Capítulo 10: Llegada a la Academia Plateada

336 27 28
                                    

Ruta 221

El sol se ocultaría en un par de horas, y mientras una fresca brisa impactaba contra su rostro, Aeryl el Dragonite, se sentía bastante preocupado por los dos jóvenes pokémon a quienes les había perdido la pista desde hace bastante rato. Después de haber sobrevolando con rapidez la ruta 221 buscando infructuosamente al Mudkip que se le encargó escoltar, o bien, al Snivy que era perseguido por el Mudkip; se preguntaba cómo era posible que ambos pokémon se tardaran tanto en recorrer un trayecto que debía de tomar poco más de una hora caminando. Después de darse bastantes vueltas en el aire, por fin vio a dos diminutos puntos caminando por el sendero, a los que pronto reconoció como el Mudkip y el Snivy. Sintiendo gran alivio, se acercó a los jóvenes al tiempo en que estos estaban por llegar finalmente a los terrenos de la Academia.

—Finalmente los encuentro chicos. ¿Se perdieron? —preguntó Aeryl mientras aterrizaba con suavidad a un lado de los pequeños pokémon.

—Ah, hola, señor Aeryl —respondió Arthel un poco vacilante—. No, no nos perdimos. Solo tuvimos un ligero... contratiempo. ¿Cierto amigo?

Por toda respuesta, el Snivy asintió. Todavía no se acostumbraba del todo a hablar con desconocidos. Arthel era la excepción.

—Me imagino que no fue nada serio lo que los entretuvo —dijo el dragón, imaginando lo peor.

—No, nada de lo que deba preocuparse —respondió el tipo agua mientras le guiñaba un ojo a Sorzen.

—Bueno, me alegra que hayan logrado llegar hasta aquí sanos y salvos. Aunque debo decir que realmente me pusieron nervioso. Nunca pensé que alguien podría tardarse tanto recorriendo un camino tan sencillo como la pacífica ruta 221.

El tono con el que el dragón dijo estas palabras evidenciaba más que nada preocupación en lugar de enojo, como esperaban los jóvenes viajeros. A decir verdad, ambos esperaban que el dragón les diese una reprimenda o quizás, los dejara a su suerte. Después de todo, lo hicieron esperar por horas sin avisar. Sin darle demasiada importancia al intento de disculpa de Arthel y Sorzen, el Dragonite se dispuso a continuar el poco trecho de viaje que les quedaba por recorrer. Según sus propias palabras, estaban prácticamente a nada de llegar finalmente a la Academia.

— ¡¿Ya?! ¿Estamos en la Academia? —preguntó algo confundido Arthel, mientras que el Snivy miraba con suspicacia al dragón. Obviamente, el sencillo camino por el que avanzaban, rodeado de árboles y vegetación, no parecía haber llegado precisamente a ningún lado todavía.

Divertido por las preguntas de Arthel, el Dragonite respondió sin dejar de caminar a buen ritmo.

—Si, estamos prácticamente afuera de la Academia Plateada. Detrás de esta arboleda encontrarás una muralla de piedra, que rodea por completo los terrenos de la academia. Poco más allá se encuentra el portón principal y el acceso a la entrada principal. Venga, un último esfuerzo y llegaremos.

Sin decir mucho más, el dragón emprendió un vuelo a poca altitud, manteniendo a ambos chicos corriendo detrás de él. Arthel corría entusiasmado, pues finalmente llegaría a la famosa academia. Se preguntaba cómo se verían los pokémon que allí entrenaban y perfeccionaban sus habilidades y conocimientos. Por su lado, la pequeña sierpe seguía dándole vueltas a la proposición de Arthel para conformar un equipo explorador. Si bien podía valerse por su cuenta y no esperaba involucrar a nadie en sus cosas, nunca estaba de más tener un aliado en quien confiar, sobre todo en un lugar desconocido.

Después de correr por unos pocos minutos, llegaron a la susodicha muralla de piedra. Esta era una construcción notablemente anticuada y sencilla, de una altura media, siendo un poco más baja que el Dragonite.  Aeryl explicó que antaño ese muro se construyó para mantener a los pokémon salvajes alejados, pero con el pasar de los años, los salvajes poco a poco se alejaron y fueron desplazados hacia las profundidades de los bosques que los rodeaban; o bien, escalaron el monte que se erguía majestuoso a pocos kilómetros de allí. Eso no impedía que de vez en cuando algún pokémon silvestre se paseara ocasionalmente por el sitio, pero era un suceso cada vez más raro.

Pokémon Ausvandel: La academia PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora